Claudio Díaz murió de cáncer. Lo velaron en el edificio de Télam.
Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. Claudio en el cajón, en el velatorio. Magnetto debe haber hecho otra cruz en su tablero de enemigos que lo acechan.
Me llegué hasta ahí y hablé con la madre y la hermana. La madre que entierra un hijo es una imagen insoportable de ver. De eso no quiero hablar.
En la puerta hablé con la hermana. Hablamos de que el cáncer parece que se lleva a la gente que pone demasiado cuerpo en la lucha. Ella, con sus ojos claros, mostraba más que dolor, sentía orgullo por Claudio; lo rescataba en una lucha de principios, enmarcada más en su propia consciencia que en cualquier lucha partidaria. Hablando con ella sentí que pude hacerle mi homenaje. Me escuchó, se motivó con mi palabra; hubo devolución y consonancia. Nos despedimos con su intención de ella leer esta nota, que es mi humilde homenaje escrito, que suele ser lo que queda, y también el de los lectores que lo hagan en los comentarios.
Siento admiración por Claudio Díaz tanto como por Pablo Llonto, quien espero que pueda esquivarle a la exposición que ha hecho de su cuerpo y alma para seguir el dictado de la consciencia. Claudio lo entregó todo, el alma primero y el cuerpo, ayer por la noche.
A personas como Claudio Díaz tenemos que singularizarlas, identificarlas, contrastarlas y no olvidarlas. Si todos fueran como él, las cosas serían distintas. Tomate un momento para leer la carta que escribió, y decime si no se merece que le dediquemos un espacio pequeño, siquiera, en la memoria.
Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando. Claudio en el cajón, en el velatorio. Magnetto debe haber hecho otra cruz en su tablero de enemigos que lo acechan.
Me llegué hasta ahí y hablé con la madre y la hermana. La madre que entierra un hijo es una imagen insoportable de ver. De eso no quiero hablar.
En la puerta hablé con la hermana. Hablamos de que el cáncer parece que se lleva a la gente que pone demasiado cuerpo en la lucha. Ella, con sus ojos claros, mostraba más que dolor, sentía orgullo por Claudio; lo rescataba en una lucha de principios, enmarcada más en su propia consciencia que en cualquier lucha partidaria. Hablando con ella sentí que pude hacerle mi homenaje. Me escuchó, se motivó con mi palabra; hubo devolución y consonancia. Nos despedimos con su intención de ella leer esta nota, que es mi humilde homenaje escrito, que suele ser lo que queda, y también el de los lectores que lo hagan en los comentarios.
Siento admiración por Claudio Díaz tanto como por Pablo Llonto, quien espero que pueda esquivarle a la exposición que ha hecho de su cuerpo y alma para seguir el dictado de la consciencia. Claudio lo entregó todo, el alma primero y el cuerpo, ayer por la noche.
A personas como Claudio Díaz tenemos que singularizarlas, identificarlas, contrastarlas y no olvidarlas. Si todos fueran como él, las cosas serían distintas. Tomate un momento para leer la carta que escribió, y decime si no se merece que le dediquemos un espacio pequeño, siquiera, en la memoria.
CLAUDIO DIAZ: POR QUÉ RENUNCIE A CLARIN.
Por Claudio Diaz
Este viernes será mi último día de trabajo en el querido Zonal Morón / Ituzaingó.
He tomado la decisión de renunciar al cargo de redactor que ejercía y, como es de rigor en estos casos, quiero despedirme de los amigos que gané durante mis siete años de permanencia en el diario y de los buenos compañeros con los que compartí muchas tardes entretenidas.
Pero no quiero irme sin antes explicarles, a ustedes y también a quienes ocupan los cargos jerárquicos de esta empresa, los motivos de mi retiro.
A fines de marzo la revista Veintitrés me pidió una opinión sobre el rol que cumplen los medios periodísticos y algunos intelectuales en la elaboración del discurso político actual.
Yo efectué una dura crítica a lo que se da en llamar el Grupo Clarín y acentué, particularmente, lo que a mi criterio había sido una clara manipulación informativa durante la cobertura del conflicto Gobierno vs. Campo, tanto por parte del diario como de Canal 13 y TN.
En este caso no hice más que expresar, libremente, la vergüenza que me provocó -como periodista pero también como simple ciudadano- el ejercicio “periodístico” del Planeta Clarín y sus satélites.
La reacción por parte de la empresa, como es de suponer, fue inmediata.
Y hasta la consideré razonable.
Es más: a uno de los colegas aludidos, Julio Blanck, le dí explicaciones acerca de por qué yo lo incluía en una lista de hombres de prensa que -desde mi punto de vista- sostienen un discurso “progresista” pero le terminan haciendo el juego al llamado establishment.
Hasta ahí todo bien.
Lo que siguió después es distinto.
Las autoridades editoriales (en este momento no se me ocurre otro término) le comunicaron a mis jefes que “de ahora en más” dejara de escribir la página 3 del Zonal (que se supone es la más “importante”) y que me limitara a hacer -es textual- “notas blandas”.
Una estupidez, realmente.
Pero pocas horas después se emitió otra orden: que no se me autorizara a tomar la totalidad de días de vacaciones adeudados, que había pedido para esta semana..
No dieron argumento alguno para justificar la negativa.
La verdad es que por ninguno de estos dos castigos tendría que haberme hecho mala sangre.
Sin embargo, dije “basta” y tomé la decisión de no seguir adelante con mi trabajo en el Zonal, harto del doble discurso de este diario, de su hipocresía, de pontificar en sus editoriales y notas de opinión una cosa para después hacer otra.
Es tanta la repugnancia que sentí por quienes posan como adalides de la libertad de expresión que me dije a mi mismo: “hasta aquí llegué”.
Quiero decir: hace más de 20 años que ejerzo el oficio de periodista; conozco perfectamente los condicionamientos que nos ponen para atenuar o directamente diluir nuestra vocación de contar y decir las cosas como uno cree que son, aun a riesgo de equivocarse.
En fin, en casi todos lados he comprobado (eso tan viejo pero siempre vigente) que una cosa es la libertad de prensa y otra la libertad de empresa.
Pero lo que viví en Clarín en los últimos tiempos superó todo… Gracias a Dios, ¡todavía tengo vergüenza!
Pero lo que ya no tengo es estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo.
A esta altura ya no puedo soportar tanto cinismo.
Como cuando desde un título o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.
Es el mismo cinismo de despotricar contra la desocupación al tiempo que se lanzan a la calle nuevos productos sin contratar a trabajadores, duplicando y hasta triplicando el horario de los que ya están dentro de la maquinaria.
Es el mismo cinismo de presionar a redactores para que se conviertan en editores, bajo la promesa (falsa) de que “algún día” se les reconocerá la diferencia salarial.
Si, como se sostiene el martes 15 en la cotidiana carta del editor al lector, “son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática”, pues bien Sr. Kirschbaum, yo empiezo por esa tarea. Porque si Clarín tanto se rasga las vestiduras asegurando que respeta la libertad de expresión, ¿por qué sanciona a un periodista que vierte, ejercitando esa libertad de pensamiento, una opinión?
Tengo otras cosas para decirle a usted y a quienes lo secundan (si es que a esta altura todavía están leyendo…): la demonización que practica el diario a través de un “inocente” semáforo que cumple la misión de dividir al mundo en ángeles y demonios (según el interés ideológico o comercial del Grupo), ha llegado al nivel de un verdadero pasquín que nada tiene que envidiarle a las publicaciones partidarias.
Es peor todavía, porque éstas tienen la honestidad de reconocerse como expresiones de un partido político o de un espacio ideológico.
En cambio, Clarín se imprime bajo el infame rótulo de periodismo independiente…
En pos de engrosar la cuenta bancaria se ha perdido todo decoro.
Da la sensación de que los que se llaman periodistas o columnistas ya ni sienten un mínimo de pudor por haberse convertido en contadores del negocio mediático, desvividos por saber cuánto dinero ingresa a las arcas; lo único que les falta es salir con el camión de Juncadella.
Digo esto porque ha sido patética, en la misma carta del editor del martes 15, la reacción editorial contra otros medios periodísticos competidores que estarían atreviéndose a morder un pedazo del queso que el Grupo quiere deglutirse, como de costumbre, solito y solo, calificando a aquellos de miserables, travestidos y miembros de una jauría.
¡Después cuestionan a D’Elía o a Moyano por las palabras “ofensivas” que lanzan contra el periodismo independiente y democrático!
La mayoría de quienes me conocen saben de mi simpatía y hasta cierta militancia por el peronismo.
Pero también saben que no me une ningún tipo de relación con el gobierno, ni con su tan temido Observatorio de Medios, ni con los jóvenes de la Cámpora ni tampoco con sus “grupos de choque”.
La aclaración vale para que estén tranquilos y no piensen que durante estos siete años fui un agente infiltrado en el Zonal Morón.
Simplemente amo el trabajo periodístico, tengo pensamiento propio (aunque, qué le vamos a hacer…: no es el políticamente correcto) y un compromiso de honrar mi oficio.
A Ricardo Kirschbaum, a Ricardo Roa y a tantos otros que mandan les digo que estoy preparado para asumir lo que venga, porque no me extrañaría que las redacciones de otros medios empiecen a recibir llamados telefónicos pidiendo que se me prohíba trabajar de lo que soy.
Tan libre me siento, tan espiritualmente íntegro de poderles decir lo que les digo (aunque les resbale), que ya no me importa si la larga mano del Grupo le pone candado a mi futuro para no dejarme otra opción que trabajar como remisero o repositor de supermercado.
Me voy orgulloso de haber seguido aprendiendo lo que es vocación, oficio, dignidad y ejercicio responsable del buen periodismo.
Que me lo dieron los jefes de los zonales y un montón de amigos y compañeros a quienes no voy a nombrar para evitarles quedar marcados por mi cercanía afectiva.
Me voy avergonzado de la conducta de quienes deberían honrar el trabajo periodístico y no lo hacen.
CD/
Por Claudio Diaz
Este viernes será mi último día de trabajo en el querido Zonal Morón / Ituzaingó.
He tomado la decisión de renunciar al cargo de redactor que ejercía y, como es de rigor en estos casos, quiero despedirme de los amigos que gané durante mis siete años de permanencia en el diario y de los buenos compañeros con los que compartí muchas tardes entretenidas.
Pero no quiero irme sin antes explicarles, a ustedes y también a quienes ocupan los cargos jerárquicos de esta empresa, los motivos de mi retiro.
A fines de marzo la revista Veintitrés me pidió una opinión sobre el rol que cumplen los medios periodísticos y algunos intelectuales en la elaboración del discurso político actual.
Yo efectué una dura crítica a lo que se da en llamar el Grupo Clarín y acentué, particularmente, lo que a mi criterio había sido una clara manipulación informativa durante la cobertura del conflicto Gobierno vs. Campo, tanto por parte del diario como de Canal 13 y TN.
En este caso no hice más que expresar, libremente, la vergüenza que me provocó -como periodista pero también como simple ciudadano- el ejercicio “periodístico” del Planeta Clarín y sus satélites.
La reacción por parte de la empresa, como es de suponer, fue inmediata.
Y hasta la consideré razonable.
Es más: a uno de los colegas aludidos, Julio Blanck, le dí explicaciones acerca de por qué yo lo incluía en una lista de hombres de prensa que -desde mi punto de vista- sostienen un discurso “progresista” pero le terminan haciendo el juego al llamado establishment.
Hasta ahí todo bien.
Lo que siguió después es distinto.
Las autoridades editoriales (en este momento no se me ocurre otro término) le comunicaron a mis jefes que “de ahora en más” dejara de escribir la página 3 del Zonal (que se supone es la más “importante”) y que me limitara a hacer -es textual- “notas blandas”.
Una estupidez, realmente.
Pero pocas horas después se emitió otra orden: que no se me autorizara a tomar la totalidad de días de vacaciones adeudados, que había pedido para esta semana..
No dieron argumento alguno para justificar la negativa.
La verdad es que por ninguno de estos dos castigos tendría que haberme hecho mala sangre.
Sin embargo, dije “basta” y tomé la decisión de no seguir adelante con mi trabajo en el Zonal, harto del doble discurso de este diario, de su hipocresía, de pontificar en sus editoriales y notas de opinión una cosa para después hacer otra.
Es tanta la repugnancia que sentí por quienes posan como adalides de la libertad de expresión que me dije a mi mismo: “hasta aquí llegué”.
Quiero decir: hace más de 20 años que ejerzo el oficio de periodista; conozco perfectamente los condicionamientos que nos ponen para atenuar o directamente diluir nuestra vocación de contar y decir las cosas como uno cree que son, aun a riesgo de equivocarse.
En fin, en casi todos lados he comprobado (eso tan viejo pero siempre vigente) que una cosa es la libertad de prensa y otra la libertad de empresa.
Pero lo que viví en Clarín en los últimos tiempos superó todo… Gracias a Dios, ¡todavía tengo vergüenza!
Pero lo que ya no tengo es estómago para tragarme las cosas que hace este diario en nombre del periodismo.
A esta altura ya no puedo soportar tanto cinismo.
Como cuando desde un título o una nota se insiste en que no decrece el nivel del trabajo en negro y las condiciones laborales son cada vez más precarias, siendo que en todas las redacciones del Grupo se emplea a pasantes a los que se los explota de manera desvergonzada, obligándolos a hacer tareas de redactor por la misma paga que recibe un cadete, sin obra social ni vacaciones.
Es el mismo cinismo de despotricar contra la desocupación al tiempo que se lanzan a la calle nuevos productos sin contratar a trabajadores, duplicando y hasta triplicando el horario de los que ya están dentro de la maquinaria.
Es el mismo cinismo de presionar a redactores para que se conviertan en editores, bajo la promesa (falsa) de que “algún día” se les reconocerá la diferencia salarial.
Si, como se sostiene el martes 15 en la cotidiana carta del editor al lector, “son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática”, pues bien Sr. Kirschbaum, yo empiezo por esa tarea. Porque si Clarín tanto se rasga las vestiduras asegurando que respeta la libertad de expresión, ¿por qué sanciona a un periodista que vierte, ejercitando esa libertad de pensamiento, una opinión?
Tengo otras cosas para decirle a usted y a quienes lo secundan (si es que a esta altura todavía están leyendo…): la demonización que practica el diario a través de un “inocente” semáforo que cumple la misión de dividir al mundo en ángeles y demonios (según el interés ideológico o comercial del Grupo), ha llegado al nivel de un verdadero pasquín que nada tiene que envidiarle a las publicaciones partidarias.
Es peor todavía, porque éstas tienen la honestidad de reconocerse como expresiones de un partido político o de un espacio ideológico.
En cambio, Clarín se imprime bajo el infame rótulo de periodismo independiente…
En pos de engrosar la cuenta bancaria se ha perdido todo decoro.
Da la sensación de que los que se llaman periodistas o columnistas ya ni sienten un mínimo de pudor por haberse convertido en contadores del negocio mediático, desvividos por saber cuánto dinero ingresa a las arcas; lo único que les falta es salir con el camión de Juncadella.
Digo esto porque ha sido patética, en la misma carta del editor del martes 15, la reacción editorial contra otros medios periodísticos competidores que estarían atreviéndose a morder un pedazo del queso que el Grupo quiere deglutirse, como de costumbre, solito y solo, calificando a aquellos de miserables, travestidos y miembros de una jauría.
¡Después cuestionan a D’Elía o a Moyano por las palabras “ofensivas” que lanzan contra el periodismo independiente y democrático!
La mayoría de quienes me conocen saben de mi simpatía y hasta cierta militancia por el peronismo.
Pero también saben que no me une ningún tipo de relación con el gobierno, ni con su tan temido Observatorio de Medios, ni con los jóvenes de la Cámpora ni tampoco con sus “grupos de choque”.
La aclaración vale para que estén tranquilos y no piensen que durante estos siete años fui un agente infiltrado en el Zonal Morón.
Simplemente amo el trabajo periodístico, tengo pensamiento propio (aunque, qué le vamos a hacer…: no es el políticamente correcto) y un compromiso de honrar mi oficio.
A Ricardo Kirschbaum, a Ricardo Roa y a tantos otros que mandan les digo que estoy preparado para asumir lo que venga, porque no me extrañaría que las redacciones de otros medios empiecen a recibir llamados telefónicos pidiendo que se me prohíba trabajar de lo que soy.
Tan libre me siento, tan espiritualmente íntegro de poderles decir lo que les digo (aunque les resbale), que ya no me importa si la larga mano del Grupo le pone candado a mi futuro para no dejarme otra opción que trabajar como remisero o repositor de supermercado.
Me voy orgulloso de haber seguido aprendiendo lo que es vocación, oficio, dignidad y ejercicio responsable del buen periodismo.
Que me lo dieron los jefes de los zonales y un montón de amigos y compañeros a quienes no voy a nombrar para evitarles quedar marcados por mi cercanía afectiva.
Me voy avergonzado de la conducta de quienes deberían honrar el trabajo periodístico y no lo hacen.
CD/
Claudio Díaz
por Martín García
Claudio Diaz es un periodista fuera de lo común. Yo diría un hombre y un periodista excepcionales. Triunfador en aquel ODOL Pregunta de Cacho Fontana, cuando tenía 12 años contestando sobre “Selecciones Nacionales de Fútbol”, le compró a su mamá la casa familiar con el dinero del premio ganado.
Fundador de la FM Haedo con los Centros Culturales Discépolo y Jauretche de esa localidad, fue el Jefe de redacción de la famosa revista “Jotapé” de los ´80s. También fue ganador del “Martín Fierro” como integrante del equipo periodístico de radio Mitre y tuvo la responsabilidad de organizar la Red Informativa de TE LE FE con un excelente equipo de profesionales y luego el Noticiero de TE LE FE Noticias. Autor del “Manual del Antiperonismo Ilustrado” lo presentó en “El General” con el prologo y la presencia de Mario Oporto. Amigo del legendario “Gato” Carbone que fuera director de “Línea” y “El Despertador” Claudio Díaz fue colaborador en la revista “El Periodista” .
En gráfica trabajó en “Crónica”, “La Razón” y desde el 2001 en el diario Clarín. Realizó la comulación del libro “La Prensa Canalla” (El Cid editor) y con Antonio Zucco escribió “La ultraderecha argentina” (editorial Contrapunto). En 1989 ganó el premio latinoamericano de periodismo José Martí por una serie de artículos publicados en la Razón sobre las sectas evangélicas financiadas por los Estados Unidos. Por esa investigación viajó a Cuba y fue recibido en persona por Fidel Castro.
Hincha de Boca y Deportivo Morón, escribió en el libro “A LA BOCA” varios trabajos sobre la trayectoria de 100 ídolos del Club zeneixe y “Morón el Grito Nuestro de cada Sábado” que refiere a la historia de ese Club futbolero.
Uno de mis orgullos personales, las cosas valiosas que uno siente en la vida como un galardón, fue su dedicatoria en la primera página de su excelente libro “Manual del Antiperonismo ilustrado” donde describe inteligente y sanamente a la mentirosa “progresía” antiperonista. Allí me decía entre otras cosas: “Porque al lado tuyo aprendí a conocer al peronismo…y otras cosas que me sirvieron para crecer en la vida…” este acto suyo me muestra la clase de madera con que ha sido construido. Para nosotros, los compañeros, sus admiradores del barrio, su gesto de “asco” nos devuelve la dignidad de practicar el periodismo y el peronismo. MARTIN GARCIA / NAC&POP
Vénalo acá en 678, cuando el grupo Clarín lo hostigaba aún después de irse, para impedirle que exprese sus ideas contra el grupo, y le cerró el blog "Qué te pasa Clarín", que hizo en blogspot en red con DiegoF de Mundo Perverso y Franco y Patucho de "Un día peronista". También DiegoF fue atacado y por eso hicimos en la blogosfera un blog que quedará para la memoria de estos días:Blogueros por la Libertad de expresión
13 comentarios:
La grandeza de Claudio Diaz, empequeñece tanta cobardía y miserabilidad de los periodistas que silenciaron su apoyo a la Ley de Medios, los que prefieren el silencio cómplice y no toman posiciones en el conflicto corporaciones mediáticas versus gobierno nacional y popular. .
Domingo triste este, se fue un compañero digno, que le hace honor al gremio periodístico, todo mi cariño y respeto a su familia y amigos.
Es una grán pérdida cada vez que se va uno de esos que nunca sobran. Frente a tantos que infectan páginas, micrófonos y pantallas, Claudio dió lecciones de militancia, dignidad y coraje, fue capaz de defender la libertad sin ponerle precio a sus palabras, ni a sus silencios. Dejó un ejemplo esperanzador, el que sin dudas florecerá en otros para que permanezca y siga dando batalla.
Era un gran periodista pero,sobre todo, un extraordinario ser humano. Afable, generoso, sensible, solidario; de ésos que no sobran y cuya madera servirá algún día para construir el hombre nuevo con que soñara el Che. Por eso fue capaz de renunciar a un cómodo puesto en Clarín, corriendo el riesgo de quedar a la intemperie. Por eso, como Homero Manzi, amò "todo lo que viene del pueblo". Por eso se identificó con los "condenados de la tierra" y fustigó a sus explotadores. Por eso militó toda su vida, sin amargura, sin crispaciòn -eso lo dejaba para las huestes del gorilismo ilustrado- haciendo flamear la bandera de la jauretcheana alegría, de la guevariana ternura. Enemigo de toda alharaca, talentoso pero modesto, era mucho menos conocido y reconocido que muchas estentóreas nulidades del periodismo (de aquél y de este lado del mostrador). Él lo sabía pero no le importó. Luchó por sus convicciones, que eran las de sus paisanos más humildes. No pedía nada más. Lo lloraremos, lo lloramos, como uno de los nuestros. Como uno de los mejores de los nuestros.
Juan Carlos Jara, La Plata.
Adhiero a las condolencias.
gracias por recordarlo eva, el era peronista, roberto leresche
Gracias Eva, soy Diana la hermana de Claudio Diaz, como ves leí tu blog, y es muy emocionante lo que escribiste.
Un abrazo
Diana Diaz
Eva, yo no se reproducir muy bien con palabras mis emociones.- Me encanta tu Blog, muy bueno este artìculo.- A Pablo Llonto, le ocurriò algo en su salud?.
- Cariños .
- Mabel.-
Soy periodista y trabajé en Crónica. No tuve el honor de compartir redacción con Claudio porque él ya se había ido del diario. Pero quiero decir que siempre me llamó la atención el respeto y la admiración con que todos hablaban de Claudio Díaz. Eso me generó una avidez por conocerlo y hablar con él. Pude hacerlo brevemente en una visita suya a Crónica. Obviamente no puedo, por ese pequeño diálogo, hablar de Claudio por mí. Pero estoy seguro, por lo que mis compañeros me decían (Aldaba, Genín, Catalano y tantos otros), que se trató de un periodista brillante y de un ser humano sin par.
Siento un inocente orgullo por compartir, aunque sea, la profesión de Claudio Díaz.
Mis condolencias a la familia.
Nos deja un grande, un Periodista con Mayúscula, un Compañero.
Claudio Díaz escribió en Crónica, La Razón y Clarín, publicó notas en la mítica revista Línea, El Porteño y muchas otras y escribió extraordinarios libros como La Prensa Canalla, Manual del Antiperonismo Ilustrado y otros.
Nos deja mas pobres tu partida, Claudio, pero queda tu ejemplo.
¡¡Hasta la Victoria Siempre!!
Cuando me enteré que Claudio Díaz había fallecido, me dolió en el alma... Me hice esas preguntas que surgen desde el dolor que generan las pérdidas de personas que han honrado su vida, su profesión, su país, y podría seguir así... Gracias Eva por haberte acercado a su familia, yo estoy muy lejos (en kms), pero siento que al haber estado vos con ellos, yo también estuve. Gracias
El Sotreta
seguramente acá tenés un lugar que la hermana de Claudio conoció y tal vez vuelva a entrar para leer tu comentario. Esa es la función de este post, un homenaje perenne que quedará on-line para siempre.
Desde las cálidas tierras del Desierto Arizonense, va mi diestra de solidaridad por Claudio Diaz y por todos los comunicadores que no prostituyen sus ideales.
Una Pluma en el Desierto
Lo conocí porque me concedió una entrevista para dar la última materia de mi título. Un grande, una persona que no sólo brillaba por su profesionalidad, sino que en esas dos horas en la famosa Recoleta de Haedo, me hizo reafirmar mis convicciones y mi carrera. Claudio, que tarde que me entero de esto. Te debo tanto. Cuanta tristeza. Prometo seguir mis ideales en tu honor viejo. Dia gris.
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