Cuando un actor o un cantante quiere motivarse desde el escenario, elige entre los espectadores a uno en especial, y actúa o canta sólo para él. Esa es la forma que tiene de humanizar a ese compacto abstracto llamado "público", que está sentado en la platea del teatro.
Cuando pienses en Malvinas, animate a pensar en algún soldado en especial, para tomar la temperatura del drama real. Porque cuando pensás en un colectivo victimizado, perdés la noción del drama real. El drama colectivo tiene entidad real cuando se acumulan una a una las historias personales que resultan de la misma intensidad dramática. Pero si empezás a pensar en términos colectivos despreciando la anécdota, vas a tener tendencia a conceptualizar, lo que es un ejercicio racional y desapasionado muy importante, pero que se aleja peligrosa e innecesariamente de la realidad en su completa dimensión.
¿No conociste a ningún soldado de Malvinas? ¿No tenés en la memoria la cara, la voz, o el nombre de ninguno? Ya te conté la historia de Roque, un soldado que murió en el Belgrano. Pero te puedo agregar la historia de otro, que murió en la isla, y quedó enterrado allí, en el cementerio argentino.
Nadie puede decir el nombre del soldado cuyo triste final te voy a contar para que pienses en él. Nadie lo reconoció. Si tiene padres que van a llevarle flores a las Malvinas, ellos no sabrán cómo murió. De él sólo quedaron dos fotos, donde apenas "se adivina una cara de pómulos altos, y un ligero aire aindiado, rígida por la muerte", como relata Adrian Weale, que junto a Christian Jennings, publicaron el libro "Muchachos de ojos verdes". En la foto, está apoyado sobre otros cuerpos de soldados argentinos muertos, con un fusil que se ve detrás de él.
A este soldado argentino le tocó toparse con un soldado inglés cuyo nombre es Gary Sturge, paracaidista. Fue en Monte Longdon, ante por lo menos doce testigos ingleses.
El soldado argentino había sido herido en el pie o en la pierna, no se sabe, por el paracaidista Alec Munro, en el último momento del asalto de la compañía "A", al final de la batalla. Munro estaba junto a Sturge. Munro indicó a Sturge que se hiciera cargo del soldado argentino herido, y esperara indicaciones de qué hacer con él.
Hacia un costado de Sturge, estaban formando en fila a los soldados argentinos prisioneros, y hacia el otro costado, iban poniendo en fila los cuerpos de los argentinos muertos. Sturge, impaciente, le preguntó a Munro qué hacía con el soldado. Y recibió una respuesta que podría considerarse ambigua, pero sólo para una mente perversa: ponelo en fila con los demás.
En fila estaban los prisioneros, pero también en fila estaban los muertos. Si la respuesta de Munro fue ambigua, Sturge tuvo oportunidad de pensar que si el soldado argentino estaba vivo, debió ir a hacer la fila con los vivos. Pero eligió por el grupo de los muertos.
Sturge llevó al soldado contra una roca y sacó una pistola de las que habian recolectado en el búnker de oficiales argentinos. El prisionero se dio cuenta de que iba a ser ejecutado y comenzó a gritar con palabras que nadie de los allí presentes entendió, dicen los testigos ingleses. Como esfuerzo desesperado por hacerse entender, el soldado argentino tomó el crucifijo que colgaba de su cuello y se lo mostró a Sturge. Sturge simplemente disparó. El soldado argentino quedó con los demás, en la fila de los muertos.
Los ingleses testigos presentes creyeron interpretar al soldado argentino mostrando el crucifijo. Ellos relataron que quiso hacer entender a Sturge que al ser ambos cristianos, por eso no debía dispararle.
Pero el crucifijo al que apeló en desesperación el soldado argentino, tiene además otros significados universales: es la apelación a la piedad, a esa piedad que debe tener un cristiano con otro ser humano, sea cual fuera su religión. Podemos pensar que además de mostrarse como cristiano, el soldado argentino quiso enfrentar a Sturge con la cruz, esperando que un cristiano reacciones ante su fé.
El acto final de este soldado argentino, fue poner en combate el arma más sofisticada de lo simbólico, con mayor idoneidad que la de los militares argentinos cuyos símbolos no superan el nivel de lo pedestre. En esa batalla ganó el soldado argentino que resultó muerto. Le ganó al inglés en humanismo y a los militares argentinos en calidad simbólica.
No debemos sustraernos a ser espectadores sensibles de este último acto de coraje y estrategia, que nada tiene que ver con las armas de fuego y con la guerra. No sabemos su nombre, pero pensemos en él cuando pensamos en la guerra de Malvinas. Así pensaremos en cada uno de los demás, vivos o muertos.
Como escritora de blog que soy, estoy haciendo mi esfuerzo para intentar terminar con Malvinas como el Santo Sepulcro de nuestras tradicionales ilusiones irredentas, porque mientras esa forma de pensar sobreviva, puede llevar en cualquier momento a la desgracia de otros chicos como el que fue ejecutado por una bestia humana como Sturge.
No a la idealización apasionada de la soberanía territorial. Sí al reclamo del derecho, con total racionalidad despasionada. Ayudame a difundir esta idea. Sacále la pasión al tema Malvinas.
El soldado argentino ejecutado en Malvinas
Cuando pienses en Malvinas, animate a pensar en algún soldado en especial, para tomar la temperatura del drama real. Porque cuando pensás en un colectivo victimizado, perdés la noción del drama real. El drama colectivo tiene entidad real cuando se acumulan una a una las historias personales que resultan de la misma intensidad dramática. Pero si empezás a pensar en términos colectivos despreciando la anécdota, vas a tener tendencia a conceptualizar, lo que es un ejercicio racional y desapasionado muy importante, pero que se aleja peligrosa e innecesariamente de la realidad en su completa dimensión.
¿No conociste a ningún soldado de Malvinas? ¿No tenés en la memoria la cara, la voz, o el nombre de ninguno? Ya te conté la historia de Roque, un soldado que murió en el Belgrano. Pero te puedo agregar la historia de otro, que murió en la isla, y quedó enterrado allí, en el cementerio argentino.
Nadie puede decir el nombre del soldado cuyo triste final te voy a contar para que pienses en él. Nadie lo reconoció. Si tiene padres que van a llevarle flores a las Malvinas, ellos no sabrán cómo murió. De él sólo quedaron dos fotos, donde apenas "se adivina una cara de pómulos altos, y un ligero aire aindiado, rígida por la muerte", como relata Adrian Weale, que junto a Christian Jennings, publicaron el libro "Muchachos de ojos verdes". En la foto, está apoyado sobre otros cuerpos de soldados argentinos muertos, con un fusil que se ve detrás de él.
A este soldado argentino le tocó toparse con un soldado inglés cuyo nombre es Gary Sturge, paracaidista. Fue en Monte Longdon, ante por lo menos doce testigos ingleses.
El soldado argentino había sido herido en el pie o en la pierna, no se sabe, por el paracaidista Alec Munro, en el último momento del asalto de la compañía "A", al final de la batalla. Munro estaba junto a Sturge. Munro indicó a Sturge que se hiciera cargo del soldado argentino herido, y esperara indicaciones de qué hacer con él.
Hacia un costado de Sturge, estaban formando en fila a los soldados argentinos prisioneros, y hacia el otro costado, iban poniendo en fila los cuerpos de los argentinos muertos. Sturge, impaciente, le preguntó a Munro qué hacía con el soldado. Y recibió una respuesta que podría considerarse ambigua, pero sólo para una mente perversa: ponelo en fila con los demás.
En fila estaban los prisioneros, pero también en fila estaban los muertos. Si la respuesta de Munro fue ambigua, Sturge tuvo oportunidad de pensar que si el soldado argentino estaba vivo, debió ir a hacer la fila con los vivos. Pero eligió por el grupo de los muertos.
Sturge llevó al soldado contra una roca y sacó una pistola de las que habian recolectado en el búnker de oficiales argentinos. El prisionero se dio cuenta de que iba a ser ejecutado y comenzó a gritar con palabras que nadie de los allí presentes entendió, dicen los testigos ingleses. Como esfuerzo desesperado por hacerse entender, el soldado argentino tomó el crucifijo que colgaba de su cuello y se lo mostró a Sturge. Sturge simplemente disparó. El soldado argentino quedó con los demás, en la fila de los muertos.
Los ingleses testigos presentes creyeron interpretar al soldado argentino mostrando el crucifijo. Ellos relataron que quiso hacer entender a Sturge que al ser ambos cristianos, por eso no debía dispararle.
Pero el crucifijo al que apeló en desesperación el soldado argentino, tiene además otros significados universales: es la apelación a la piedad, a esa piedad que debe tener un cristiano con otro ser humano, sea cual fuera su religión. Podemos pensar que además de mostrarse como cristiano, el soldado argentino quiso enfrentar a Sturge con la cruz, esperando que un cristiano reacciones ante su fé.
El acto final de este soldado argentino, fue poner en combate el arma más sofisticada de lo simbólico, con mayor idoneidad que la de los militares argentinos cuyos símbolos no superan el nivel de lo pedestre. En esa batalla ganó el soldado argentino que resultó muerto. Le ganó al inglés en humanismo y a los militares argentinos en calidad simbólica.
No debemos sustraernos a ser espectadores sensibles de este último acto de coraje y estrategia, que nada tiene que ver con las armas de fuego y con la guerra. No sabemos su nombre, pero pensemos en él cuando pensamos en la guerra de Malvinas. Así pensaremos en cada uno de los demás, vivos o muertos.
Como escritora de blog que soy, estoy haciendo mi esfuerzo para intentar terminar con Malvinas como el Santo Sepulcro de nuestras tradicionales ilusiones irredentas, porque mientras esa forma de pensar sobreviva, puede llevar en cualquier momento a la desgracia de otros chicos como el que fue ejecutado por una bestia humana como Sturge.
No a la idealización apasionada de la soberanía territorial. Sí al reclamo del derecho, con total racionalidad despasionada. Ayudame a difundir esta idea. Sacále la pasión al tema Malvinas.
El soldado argentino ejecutado en Malvinas
2 comentarios:
a mí, estas cosas me parecen escritas con pertinencia (lo del tal Nik ) y con sangre,sensibilidad e inteligencia (lo del soldado).
Por eso me aboné a La cosa y la causa.
Es que los ingleses no tienen religiosidad sino practicidad.
Qué me dices del triunfo del OPUS DEI en Salta ,parece que vuelven los crucifijos no?.Y.....UTURBEY MERA FIGUEROA aristócrata y ultranacionalismo junto.
No rima mucho con sacar la pasión por MALVINAS.
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