DON BENITO VILLANUEVA, II PARTE.
En todo gobierno alguna vez el presidente sale de viaje o se enferma, en cuyo caso el vicepresidente lo reemplaza en su cargo. Queda a su vez vacante la presidencia del Senado, que es cargo del vicepresidente. Siempre que ocurrió eso durante los casi treinta años en que Villanueva fue Senador, tiempo en que falleció el presidente, Benito Villanueva ocupó ese lugar, siendo un simple Senador como cualquier otro. Dice Columba: "Benito Villanueva es designado año tras año para manejar la dorada campanilla del alto cuerpo. Ningún colega trata de disputarle ese honor." ¿Por qué será? Algún mérito tiene este personaje para todos los senadores. Sucede que Don Benito es el cerebro y operador de un negocio del que participan todos los candidatos a cualquier puesto. He ahí el secreto de su permanencia en la presidencia del Senado. Y he ahí el secreto de la cuantiosa fortuna del pobre huérfano, acuñada al calor de los negocios que esa posición privilegiada le depara. Eso sí, como adalid discursivo de la honestidad.
Don Benito preside el Senado siempre de traje oscuro, como indica el reglamento. La rutina del comienzo de la sesión que abre quien la preside, es pronunciar la frase "queda abierta la sesión". Al sentarse, Benito Villanueva realiza un ademán "elegante", que es abrirse los faldones de su chaqué antes de sentarse en el sillón de alto respaldo. Cuando el Senado sesiona de noche, don Benito preside vestido de somking, el traje que todas las noches se pone para cenar, "siguiendo la costumbre inglesa de todo gentleman".
Todas las mañanas, en sus oficinas de la calle Cangallo, atiende sus estancias; habla por teléfono con sus mayordomos ingleses que cuidan su haras de caballos de pura sangre, y con su secretario, el contador y taquígrafo Julián Dahlberg, despacha las liquidaciones de las casas de Londres que le hacen su ropa a medida. Por las tardes frecuenta los suntuosos salones del Jockey Club, del cual es miembro y dirigente.
Fue elegido Senador por la Capital en 1904, por contar con algunos atributos de la experiencia política. Don Benito nunca estuvo fuera de ninguna de las sucias grescas electorales lugareñas de su provincia. Trasladó a Buenos Aires, siendo aún mozo, la habilidad acuñada en Mendoza, y en los comicios de la Capital Federal puso a servicio de la patria su bravura y experiencia política en barrer a punta de pistola las mesas electorales para "ganar" una elección. Cobos tiene alguna escuela para ser lo más deshonesto y corrupto que puede, dentro de las posiblidades actuales
Pero en los últimos tiempos, don Benito elaboró una nueva técnica para ganar una elección, una sofisticación de modos que trae aparejada como evolución toda afirmación en una causa. Pasa de las armas de fuego a la tibia bonanza del negocio político. Don Benito es protagonista destacado de los comicios porteños en que los votantes llegan al atrio con el importe del voto cobrado por anticipado en un bolsillo, y en el otro bolsillo la boleta que le han dado en el comité para votar.
Dice Columba: "El peculio particular del opulento don Benito, ha sido pródigo en esta nueva industria con que ha pasado el electorado de Buenos Aires, de lo trágico a lo venal. Paso adelante, vergonzoso todavía, pero que se señala como un progreso en el camino de lo inmoral a lo moral. según lo reconoció el propio Carlos Pellegrini, en 1906". Columba quiere disimular pero aporta una gran dosis de cinismo, cuando habla del pase de lo inmoral a lo moral.
Apartémonos un minuto de Don Benito para detenernos un poco en Carlos Pellegrini del cual vamos a continuar hablando enseguida de leer lo que sigue, porque considero necesario conocer de quién estamos hablando para entender mejor el cinismo de lo que vamos a saber que dijo en relación a los votos comprados. Leamos primero ésto:
Don Carlos Pellegrini es hoy la figura numen de la llamada "generación del 80", figura enarbolada por el liberalismo económico menemista-macrista de los Mariano Grondona y asociados. Sustituyó a Juárez Celman en la presidencia en los acontecimientos de 1890,(*) como Duhalde sustituyó a De La Rúa, cuando el furor de la ambición de la oligarquía alimentó exageradamente la Bolsa de Valores, y fue a dar a la quiebra del Estado, de todos los bancos y todos los negocios, casi en una copia de la crisis de 2001, pero con más suicidios que sólo el de Favaloro, como ocurrió en nuestra desgraciada época reciente. Los negocios rentísticos de la tierra, de acopio de granos, de inversión inmobiliaria desaforada en palacetes con mucamo de librea en la que hoy es la Avenida Alvear, y de inversión en la Bolsa, fueron aceitados por la creciente riqueza del Estado, aportada por las enormes exportaciones agrícolas que eran fruto del trabajo físico y sudor de millones de inmigrantes en campos arrendados a la oligarquía. Carlos Pellegrini fue el Duhalde de ese momento, el único que podía levantar las papas calientes con la mano. Pero como Duhalde, fue tan culpable como todos los demás de la generación del 80, del desastre que vino después de sus desatinos.
Volvamos entonces a lo que decíamos antes. Este Carlos Pellegrini, numen de Grondona, había sido electo diputado de la Capital gracias al voto comprado también por Emilio Mitre del Diario La Nación, y por Roque Sáenz Peña que más adelante como presidente otorgaría la universalidad del voto. Los votos eran comprados gracias a las libretas mercenarias de un patán amigo de Villanueva, el vulgar agente Cayetano Ganghi. Según Ramón Columba, Carlos Pellegrini se sinceraba así:
¡Qué vamos a hacerle! Es el pobre diablo sin dignidad cívica que el día de la elección, desconociendo el valor moral del voto, no se le ocurre otra cosa que sacarle la ventaja de unos pocos pesos...
sigue...en el próximo post
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(*) En esos días el joven Hipólito Yrigoyen fue un caudillo armado que a punta de pistola disputó el voto eltista por el voto universal contra la oligarquía representada por los Benito Villanuevas en refriegas armadas. En esos días H. Yrigoyen fue a arengar y levantar a las tropas asentadas en la hoy Plaza Once para que se levantaran contra el presidente Juárez Celman, iniciando la trágica saga de levantamientos militares que nos acosarían por todo el siglo XX, y que en segunda oportunidad se levantarían contra su propio gobierno en el año 30 cuando Uriburu lo echó de la presdencia.
En todo gobierno alguna vez el presidente sale de viaje o se enferma, en cuyo caso el vicepresidente lo reemplaza en su cargo. Queda a su vez vacante la presidencia del Senado, que es cargo del vicepresidente. Siempre que ocurrió eso durante los casi treinta años en que Villanueva fue Senador, tiempo en que falleció el presidente, Benito Villanueva ocupó ese lugar, siendo un simple Senador como cualquier otro. Dice Columba: "Benito Villanueva es designado año tras año para manejar la dorada campanilla del alto cuerpo. Ningún colega trata de disputarle ese honor." ¿Por qué será? Algún mérito tiene este personaje para todos los senadores. Sucede que Don Benito es el cerebro y operador de un negocio del que participan todos los candidatos a cualquier puesto. He ahí el secreto de su permanencia en la presidencia del Senado. Y he ahí el secreto de la cuantiosa fortuna del pobre huérfano, acuñada al calor de los negocios que esa posición privilegiada le depara. Eso sí, como adalid discursivo de la honestidad.
Don Benito preside el Senado siempre de traje oscuro, como indica el reglamento. La rutina del comienzo de la sesión que abre quien la preside, es pronunciar la frase "queda abierta la sesión". Al sentarse, Benito Villanueva realiza un ademán "elegante", que es abrirse los faldones de su chaqué antes de sentarse en el sillón de alto respaldo. Cuando el Senado sesiona de noche, don Benito preside vestido de somking, el traje que todas las noches se pone para cenar, "siguiendo la costumbre inglesa de todo gentleman".
Todas las mañanas, en sus oficinas de la calle Cangallo, atiende sus estancias; habla por teléfono con sus mayordomos ingleses que cuidan su haras de caballos de pura sangre, y con su secretario, el contador y taquígrafo Julián Dahlberg, despacha las liquidaciones de las casas de Londres que le hacen su ropa a medida. Por las tardes frecuenta los suntuosos salones del Jockey Club, del cual es miembro y dirigente.
Fue elegido Senador por la Capital en 1904, por contar con algunos atributos de la experiencia política. Don Benito nunca estuvo fuera de ninguna de las sucias grescas electorales lugareñas de su provincia. Trasladó a Buenos Aires, siendo aún mozo, la habilidad acuñada en Mendoza, y en los comicios de la Capital Federal puso a servicio de la patria su bravura y experiencia política en barrer a punta de pistola las mesas electorales para "ganar" una elección. Cobos tiene alguna escuela para ser lo más deshonesto y corrupto que puede, dentro de las posiblidades actuales
Pero en los últimos tiempos, don Benito elaboró una nueva técnica para ganar una elección, una sofisticación de modos que trae aparejada como evolución toda afirmación en una causa. Pasa de las armas de fuego a la tibia bonanza del negocio político. Don Benito es protagonista destacado de los comicios porteños en que los votantes llegan al atrio con el importe del voto cobrado por anticipado en un bolsillo, y en el otro bolsillo la boleta que le han dado en el comité para votar.
Dice Columba: "El peculio particular del opulento don Benito, ha sido pródigo en esta nueva industria con que ha pasado el electorado de Buenos Aires, de lo trágico a lo venal. Paso adelante, vergonzoso todavía, pero que se señala como un progreso en el camino de lo inmoral a lo moral. según lo reconoció el propio Carlos Pellegrini, en 1906". Columba quiere disimular pero aporta una gran dosis de cinismo, cuando habla del pase de lo inmoral a lo moral.
Apartémonos un minuto de Don Benito para detenernos un poco en Carlos Pellegrini del cual vamos a continuar hablando enseguida de leer lo que sigue, porque considero necesario conocer de quién estamos hablando para entender mejor el cinismo de lo que vamos a saber que dijo en relación a los votos comprados. Leamos primero ésto:
Don Carlos Pellegrini es hoy la figura numen de la llamada "generación del 80", figura enarbolada por el liberalismo económico menemista-macrista de los Mariano Grondona y asociados. Sustituyó a Juárez Celman en la presidencia en los acontecimientos de 1890,(*) como Duhalde sustituyó a De La Rúa, cuando el furor de la ambición de la oligarquía alimentó exageradamente la Bolsa de Valores, y fue a dar a la quiebra del Estado, de todos los bancos y todos los negocios, casi en una copia de la crisis de 2001, pero con más suicidios que sólo el de Favaloro, como ocurrió en nuestra desgraciada época reciente. Los negocios rentísticos de la tierra, de acopio de granos, de inversión inmobiliaria desaforada en palacetes con mucamo de librea en la que hoy es la Avenida Alvear, y de inversión en la Bolsa, fueron aceitados por la creciente riqueza del Estado, aportada por las enormes exportaciones agrícolas que eran fruto del trabajo físico y sudor de millones de inmigrantes en campos arrendados a la oligarquía. Carlos Pellegrini fue el Duhalde de ese momento, el único que podía levantar las papas calientes con la mano. Pero como Duhalde, fue tan culpable como todos los demás de la generación del 80, del desastre que vino después de sus desatinos.
Volvamos entonces a lo que decíamos antes. Este Carlos Pellegrini, numen de Grondona, había sido electo diputado de la Capital gracias al voto comprado también por Emilio Mitre del Diario La Nación, y por Roque Sáenz Peña que más adelante como presidente otorgaría la universalidad del voto. Los votos eran comprados gracias a las libretas mercenarias de un patán amigo de Villanueva, el vulgar agente Cayetano Ganghi. Según Ramón Columba, Carlos Pellegrini se sinceraba así:
¡Qué vamos a hacerle! Es el pobre diablo sin dignidad cívica que el día de la elección, desconociendo el valor moral del voto, no se le ocurre otra cosa que sacarle la ventaja de unos pocos pesos...
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(*) En esos días el joven Hipólito Yrigoyen fue un caudillo armado que a punta de pistola disputó el voto eltista por el voto universal contra la oligarquía representada por los Benito Villanuevas en refriegas armadas. En esos días H. Yrigoyen fue a arengar y levantar a las tropas asentadas en la hoy Plaza Once para que se levantaran contra el presidente Juárez Celman, iniciando la trágica saga de levantamientos militares que nos acosarían por todo el siglo XX, y que en segunda oportunidad se levantarían contra su propio gobierno en el año 30 cuando Uriburu lo echó de la presdencia.
6 comentarios:
Muy bueno, Eva.
Abrazo grande!
Me alegro que te haya gustado. Un abrazo.
Muy bueno Eva, y además le va perfecto el formato: crea suspenso...
Un beso
Pellegrini tuvo un papel interesante, porque en cierto momento alentó la industrialización, pero ha quedado como el padre del banco Nación dedicado a financiar al granero del mundo
Magnetto vencerá!!!
Magnetto perdió!
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