Después de tantos años, mi contacto con Pupi extremó en mí la definición sobre los grupos armados. No es que no la hubiera de antes, sino que la reiteró y la hizo más grave que antes. Y espero que Pupi tome este post como el comienzo de mi crìtica a las organizaciones armadas.
No quiero que un grupo armado "me" consiga el cambio social, no le corresponde, se adjudica un rol representativo que nadie le concedió.
Un grupo armado sólo puede concebirse como el brazo armado de un movimiento revolucionario civil, si éste existe. Si no existe el movimiento revolucionario dirigido por civiles, preparadas las bases fácticamente e ideològicamente para construir (civilmente) la nueva sociedad que se propicia en el cambio, entonces, un grupo armado que se concede a sí mismo la representación de la nada, es un peligro para todos, para sus propios miembros, y para el proyecto que dicen defender en nombre de la sociedad civil. Son un peligro, porque si consiguen el poder, no podràn sacar a la sociedad del corsé de fuerza del militarismo.
Por ejemplo San Martìn, que vino a defender la Revolución iniciada por abogados, comerciantes, patriotas, que querían liberarse de España. A San Martín lo llamaron, lo eligieron, lo convocaron, y dejaron en manos de él la tarea militar de desalojar a los españoles de la zona. Pero San Martín estaba subordinado. Y cuando terminó su campaña útil, le dieron el olivo, es decir, las muchas gracias y retírese porque ahora sigue la historia verdadera, que la militar no es la historia de los pueblos. Y que usted está capacitado para el combate, pero la sociedad la dirigimos nosotros, los civiles.
Los grupos armados argentinos, fueron meros grupos armados, que además de capacidad combativa, se autoadjudicaron la capacidad de teòricos de la Revolución, de teóricos de la sociología de la Revolución, originando para sí, una teoría que propicia un lugar iluminado, que se cumple a través del heroìsmo y del amor, que permite suplantar la "impotencia" de las clases oprimidas gracias a una cualidad extraordinaria de poder reemplazarlas en el combate que ellas “no pueden realizar”.
De más está decir que todo ésto subestima a las personas que dicen representar sin haber sido consagrados en esa representatividad. Y además, muestra la forzada vuelta de tuerca ideológica que tuvieron que hacer para legitimar su papel de lìderes no elegidos por nadie más que por ellos mismos. Pero lo peor: muestra la ignorancia teórica del papel que representa en cualquier revolución la gente común, civil, que es la que debe generar y madurar el proceso revolucionario que cambia una sociedad. Es la sociedad civil la que cambia el modo de una sociedad, la acción militar no es más que una cuestión técnica específica de defensa y combate, casi secundaria, aunque el heroísmo combatiente despierte tanta admiración, no deja de ser articular, subsidiaria, subordinada a lo verdaderamente importante.
No estamos más en tiempos de Alejandro Magno, no se puede ser estratega militar y al mismo tiempo legislador y dirigente social. No hay nadie que sepa tanto como para hacer las dos cosas. Y aunque hubiera, es indispensable que el que llevó las armas, se retire de la escena dirigente de la sociedad, guarde las armas, las oculte, las deje en guardia de la defensa a la que eventualmente la pudieran llamar en algún caso extremo de necesidad.
No quiero que un grupo armado "me" consiga el cambio social, no le corresponde, se adjudica un rol representativo que nadie le concedió.
Un grupo armado sólo puede concebirse como el brazo armado de un movimiento revolucionario civil, si éste existe. Si no existe el movimiento revolucionario dirigido por civiles, preparadas las bases fácticamente e ideològicamente para construir (civilmente) la nueva sociedad que se propicia en el cambio, entonces, un grupo armado que se concede a sí mismo la representación de la nada, es un peligro para todos, para sus propios miembros, y para el proyecto que dicen defender en nombre de la sociedad civil. Son un peligro, porque si consiguen el poder, no podràn sacar a la sociedad del corsé de fuerza del militarismo.
Por ejemplo San Martìn, que vino a defender la Revolución iniciada por abogados, comerciantes, patriotas, que querían liberarse de España. A San Martín lo llamaron, lo eligieron, lo convocaron, y dejaron en manos de él la tarea militar de desalojar a los españoles de la zona. Pero San Martín estaba subordinado. Y cuando terminó su campaña útil, le dieron el olivo, es decir, las muchas gracias y retírese porque ahora sigue la historia verdadera, que la militar no es la historia de los pueblos. Y que usted está capacitado para el combate, pero la sociedad la dirigimos nosotros, los civiles.
Los grupos armados argentinos, fueron meros grupos armados, que además de capacidad combativa, se autoadjudicaron la capacidad de teòricos de la Revolución, de teóricos de la sociología de la Revolución, originando para sí, una teoría que propicia un lugar iluminado, que se cumple a través del heroìsmo y del amor, que permite suplantar la "impotencia" de las clases oprimidas gracias a una cualidad extraordinaria de poder reemplazarlas en el combate que ellas “no pueden realizar”.
De más está decir que todo ésto subestima a las personas que dicen representar sin haber sido consagrados en esa representatividad. Y además, muestra la forzada vuelta de tuerca ideológica que tuvieron que hacer para legitimar su papel de lìderes no elegidos por nadie más que por ellos mismos. Pero lo peor: muestra la ignorancia teórica del papel que representa en cualquier revolución la gente común, civil, que es la que debe generar y madurar el proceso revolucionario que cambia una sociedad. Es la sociedad civil la que cambia el modo de una sociedad, la acción militar no es más que una cuestión técnica específica de defensa y combate, casi secundaria, aunque el heroísmo combatiente despierte tanta admiración, no deja de ser articular, subsidiaria, subordinada a lo verdaderamente importante.
No estamos más en tiempos de Alejandro Magno, no se puede ser estratega militar y al mismo tiempo legislador y dirigente social. No hay nadie que sepa tanto como para hacer las dos cosas. Y aunque hubiera, es indispensable que el que llevó las armas, se retire de la escena dirigente de la sociedad, guarde las armas, las oculte, las deje en guardia de la defensa a la que eventualmente la pudieran llamar en algún caso extremo de necesidad.
Lo más grave del asunto es que en el verdadero socialismo, no puede suceder que mande un militar hasta que sea anciano y luego "designe sucesor" como si fuera un monarca, y que la cosa recaiga en su hermano. Si sucede eso, es porque el sistema no es socialista.
Como tampoco puede ser socialismo, un sistema donde un individuo pase por las armas a cientos de miles de personas y a su muerte se tiren abajo sus estatuas erigidas en el Olimpo de la divinizaciòn. No señores, el socialismo no es eso.
Las organizaciones armadas autogestionadas, nos llevaban sin saberlo, a ese modo peculiar de desvirtuación de un sistema que es colectivo, con mercado, donde el Estado cumple un papel de regulador de las actividades colectivas, cooperativas y comunitarias de sus integrantes. Regula el precio de los productos fabricados en el mercado de las empresas que no son de capital individual sino que son cooperativas, regula los salarios, los hace partícipes de la renta general, cobra impuestos a las actividades rentables, y los reparte para el bien común, amparando a los débiles, a los enfermos, a los ancianos, garantizando la subsistencia digna de todos y su calidad de vida.
Pero más que nada, el socialismo es el sistema donde el hombre alcanza su máxima libertad, donde cada individuo puede aplicar al máximo sus capacidades inteligentes y su voluntad y deseo de trabajo vocacional. También es el sistema que garantiza el ocio, cosa que Marx entendió como valor inalcanzable para un proletario, que sin embargo es la máxima aspiración de cualquier ser humano, tener su tiempo de ocio.
Es el sistema donde el salario está ajustado a su valor social real, y no existe la plusvalía que le roba el patrón. Es el sistema donde el trabajador no está alienado del producto que produce con su trabajo; está orgulloso de su producto, es suyo en el mejor de los sentidos de lo propio, en el sentido de que el producto pertenece al que lo hizo con el esfuerzo propio, no con el capital propio y el esfuerzo ajeno, aunque el capital se haya hecho antes con esfuerzo.
En el socialismo, el trabajador participa de las ganancias de su empresa cooperativa. No todos cobran lo mismo, se paga la calidad del trabajo, el esfuerzo realizado, la importancia del trabajo. Pero no queda nadie con necesidad. En la necesidad impera la igualdad, en la capacidad y el esfuerzo, impera la diferencia. El socialismo provee a cada cual según su necesidad, y a cada cual según su capacidad.
2 comentarios:
Hola Eva!
Me parece muy buena idea que te hayas decidido a sacar a la luz nuestras diferencias.
"La superacion de una etapa solo es posible mediante un análisis profundo de la que le precede ,comprendiendo cabalmente la indisoluble unidad dialectica de ambas. La crítica por si misma es banal, formal y hueca, si no cumple el objetivo de posibilitar un salto cualitativo"
Documentos del Comité Ejecutivo "Comandante Mario R. Santucho"
PARTIDO REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES.PRT.
Abril de 1977,Argentina,
La importante discusión con Eva, la hemos comenzado hace un tiempo. Un poco en privado y ahora más pública.
Más elementos para la discusión hay en los post y comentarios de nuestro nuevo blog:
Hppt://aliasjulian.blogspot.com
Te invitamos a participar, Saludos.
Pupi Espinoza,amsterdam.
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