Rita y yo fuimos amigas entrañables. Hicimos juntas el secundario. Fuimos juntas a la Facultad. Tejimos sueños bajo el sol, bajo la luna, con el delantal blanco, con ropa de salir. Días de semana, sábados y domingos. Invierno, verano y vacaciones juntas con ambas familias.
Al terminar la carrera yo me puse de novia. Ella también. Mi novio llegó primero. El de ella poco tiempo después. Mi novio era compañero de la Facultad. El de ella, no.
El novio que se consiguiò Rita era banquero. El banquero la retirò de la circulaciòn para depositarla en una caja fuerte. Se la apropió como se apropia un banquero de lo que circula. La amistad quedó en vida latente, congelada en el tiempo, esperando otra oportunidad. Nuestras vidas abortaron el paralelismo que a los veinte años, profetizaba extenderse hasta que la muerte nos separe.
Pasó la vida. Un dìa, despuès de veinticinco años sin vernos, llamé a su madre por teléfono y le pedì que le preguntara a Rita si querìa reencontrarse conmigo. La madre de Rita me llamò para darme su telèfono y decirme que ella esperaba ansiosa mi llamado.
Cuando la llamé, ella no estaba. Me atendiò una de sus hijas, que me contó que su mamà les habìa hablado de mì toda la vida, que guardaba nuestra foto juntas, y que esperaba con ilusión el reencuentro.
En ese momento, yo tenìa un programa de radio. Se acercaba el Dìa del Amigo. Le propuse a la hija darle una sorpresa a su madre leyèndole una carta por la radio en el Dìa del Amigo, en homenaje a nuestra amistad inolvidable y por el reencuentro. Aceptò entusiasmada.
Todo se preparó minuciosamente. Las hijas de Rita prepararon el grabador y a la hora señalada le encendieron la radio y comenzò la grabación. Eran las 22 horas del Día del Amigo de 1995. Yo abrí el programa leyendo la carta, emotiva, llena de recuerdos.
Nos hablamos por telèfono luego de la audición y nos citamos para vernos en un cafè, al otro día, enfrente de su casa. Ambas temblàbamos. Lloramos juntas y nos contamos la vida entera en un rato. Ambas comparamos la diferencia de vida entre las dos. Habiendo sido tan parecida durante tanto tiempo, los caminos se bifurcaron yendo a parar a lugares remotos entre sí.
Ella reconoció que todo le fue fàcil. Que viajò por el mundo hasta el lugar más recóndito. Que vivió rodeada de sirvientas y de lujo. Que era muy feliz. Yo reconocí que nada me fue fácil. Que todo lo logré con mucho sacrificio. Ella reconoció haber tenido una depresión por falta de ocupación, que eso la decidió a volver a estudiar Física, pero cuando comenzó se dió cuenta que no era lo suyo, se cambió a Psicología y se recibió. Ahora dirigía la Fundación de su marido. Yo le contè que me había separado de mi primer marido, que habìa enviudado del segundo, y que tenía un hijo a mi cargo sola, teniendo que ganar cada dìa el peso para mantener mi casa.
Ella nadando en dinero, yo luchando a brazo partido. Ya no éramos tan iguales como fuimos. Ambas lo notamos. El marido no vió con buenos ojos que Rita saliera de su cìrculo para verse conmigo. No me hizo falta que me lo dijera. Rita me llevò a casa con su auto, pero al ir a buscarlo al garage le hablò por el portero elèctrico para avisarle. El hombre le contestò grosero ¿la señora no puede caminar? Rita me miró como disculpándolo.
Ella me venía a visitar. Yo nunca fui a su casa. La visitaba en la Fundación. Pero no teníamos nada interesante de qué hablar. Las visitas duraban un cuarto de hora. A mí la Fundación de su marido no me cabía duda de que era como muchas, un modo de blanquear dinero negro. Ella hablaba con idealismo de su trabajo social. Usaba el lenguaje de la oligarquía, denostando todo lo que entraña la lucha polìtica contra la pobreza. Creía que la ayuda social debía estar en manos privadas.
Decidida a no sepultar otra vez la memoria del pasado, logré reprimir mi sensación de distancia y verla como una hermana recuperada, como la amiga que alguna vez fue aunque no pudiera volver a serlo. Ambas nos mirábamos con los ojos de antaño sin querer ver más allá. La alegría de vernos se disolvìa irremisiblemente en el transcurso de las primeras frases dichas. Apuràbamos la despedida. Y así continuamos ese ritual extraño, cruzando la barrera del tiempo para buscar lo que se habìa llevado el viento de la vida.
Todos los años Rita me ganaba de mano en la llamada para el Día del Amigo. Hasta que en el Día del Amigo del 2001, llamé yo primero. TE GANÈ DE MANO dije contenta, ella dijo gracias con una voz apenas sonora, ronca, y me dió con el marido.
Inusualmente el banquero me trató con gran afecto, me dijo cómo estás "querida", dándome a entender que Rita no podìa hablar, y que me iba a llamar cuando estuviera mejor. Fue la última vez que hablé con ella. A los dos dìas falleció. Dejó tres hermosas hijas casaderas nacidas en cuna en oro, pero desesperadas por haber perdido a la madre de 52 años.
En septiembre cayeron las Torres Gemelas, en diciembre la Argentina se cayó, y todavía hoy, el edificio del Banco del marido permanece cerrado deteriorándose. Las escaleras de mármol están infestadas de basura acumulada, y es en esa esquina donde el barrio entero tira montañas de bolsas negras que abren los cartoneros para derramar su contenido sobre la vereda.
Rita vuelve cada Dia del Amigo, se presenta en mi memoria en una versión confusa, como una fotografía de imagenes superpuestas y fuera de foco, como un alma en pena que pelea contra una sombra.
Al terminar la carrera yo me puse de novia. Ella también. Mi novio llegó primero. El de ella poco tiempo después. Mi novio era compañero de la Facultad. El de ella, no.
El novio que se consiguiò Rita era banquero. El banquero la retirò de la circulaciòn para depositarla en una caja fuerte. Se la apropió como se apropia un banquero de lo que circula. La amistad quedó en vida latente, congelada en el tiempo, esperando otra oportunidad. Nuestras vidas abortaron el paralelismo que a los veinte años, profetizaba extenderse hasta que la muerte nos separe.
Pasó la vida. Un dìa, despuès de veinticinco años sin vernos, llamé a su madre por teléfono y le pedì que le preguntara a Rita si querìa reencontrarse conmigo. La madre de Rita me llamò para darme su telèfono y decirme que ella esperaba ansiosa mi llamado.
Cuando la llamé, ella no estaba. Me atendiò una de sus hijas, que me contó que su mamà les habìa hablado de mì toda la vida, que guardaba nuestra foto juntas, y que esperaba con ilusión el reencuentro.
En ese momento, yo tenìa un programa de radio. Se acercaba el Dìa del Amigo. Le propuse a la hija darle una sorpresa a su madre leyèndole una carta por la radio en el Dìa del Amigo, en homenaje a nuestra amistad inolvidable y por el reencuentro. Aceptò entusiasmada.
Todo se preparó minuciosamente. Las hijas de Rita prepararon el grabador y a la hora señalada le encendieron la radio y comenzò la grabación. Eran las 22 horas del Día del Amigo de 1995. Yo abrí el programa leyendo la carta, emotiva, llena de recuerdos.
Nos hablamos por telèfono luego de la audición y nos citamos para vernos en un cafè, al otro día, enfrente de su casa. Ambas temblàbamos. Lloramos juntas y nos contamos la vida entera en un rato. Ambas comparamos la diferencia de vida entre las dos. Habiendo sido tan parecida durante tanto tiempo, los caminos se bifurcaron yendo a parar a lugares remotos entre sí.
Ella reconoció que todo le fue fàcil. Que viajò por el mundo hasta el lugar más recóndito. Que vivió rodeada de sirvientas y de lujo. Que era muy feliz. Yo reconocí que nada me fue fácil. Que todo lo logré con mucho sacrificio. Ella reconoció haber tenido una depresión por falta de ocupación, que eso la decidió a volver a estudiar Física, pero cuando comenzó se dió cuenta que no era lo suyo, se cambió a Psicología y se recibió. Ahora dirigía la Fundación de su marido. Yo le contè que me había separado de mi primer marido, que habìa enviudado del segundo, y que tenía un hijo a mi cargo sola, teniendo que ganar cada dìa el peso para mantener mi casa.
Ella nadando en dinero, yo luchando a brazo partido. Ya no éramos tan iguales como fuimos. Ambas lo notamos. El marido no vió con buenos ojos que Rita saliera de su cìrculo para verse conmigo. No me hizo falta que me lo dijera. Rita me llevò a casa con su auto, pero al ir a buscarlo al garage le hablò por el portero elèctrico para avisarle. El hombre le contestò grosero ¿la señora no puede caminar? Rita me miró como disculpándolo.
Ella me venía a visitar. Yo nunca fui a su casa. La visitaba en la Fundación. Pero no teníamos nada interesante de qué hablar. Las visitas duraban un cuarto de hora. A mí la Fundación de su marido no me cabía duda de que era como muchas, un modo de blanquear dinero negro. Ella hablaba con idealismo de su trabajo social. Usaba el lenguaje de la oligarquía, denostando todo lo que entraña la lucha polìtica contra la pobreza. Creía que la ayuda social debía estar en manos privadas.
Decidida a no sepultar otra vez la memoria del pasado, logré reprimir mi sensación de distancia y verla como una hermana recuperada, como la amiga que alguna vez fue aunque no pudiera volver a serlo. Ambas nos mirábamos con los ojos de antaño sin querer ver más allá. La alegría de vernos se disolvìa irremisiblemente en el transcurso de las primeras frases dichas. Apuràbamos la despedida. Y así continuamos ese ritual extraño, cruzando la barrera del tiempo para buscar lo que se habìa llevado el viento de la vida.
Todos los años Rita me ganaba de mano en la llamada para el Día del Amigo. Hasta que en el Día del Amigo del 2001, llamé yo primero. TE GANÈ DE MANO dije contenta, ella dijo gracias con una voz apenas sonora, ronca, y me dió con el marido.
Inusualmente el banquero me trató con gran afecto, me dijo cómo estás "querida", dándome a entender que Rita no podìa hablar, y que me iba a llamar cuando estuviera mejor. Fue la última vez que hablé con ella. A los dos dìas falleció. Dejó tres hermosas hijas casaderas nacidas en cuna en oro, pero desesperadas por haber perdido a la madre de 52 años.
En septiembre cayeron las Torres Gemelas, en diciembre la Argentina se cayó, y todavía hoy, el edificio del Banco del marido permanece cerrado deteriorándose. Las escaleras de mármol están infestadas de basura acumulada, y es en esa esquina donde el barrio entero tira montañas de bolsas negras que abren los cartoneros para derramar su contenido sobre la vereda.
Rita vuelve cada Dia del Amigo, se presenta en mi memoria en una versión confusa, como una fotografía de imagenes superpuestas y fuera de foco, como un alma en pena que pelea contra una sombra.
20 comentarios:
Esto era algo que no me esperaba al leer el titulo... casii lloro (soy muy llorona) ojala eso no nos pase a mi y a mis amigas... he pensado varias veces en esa posibilidad... de que nuestros caminos sean muy diferentes y la amistad termine junto a ls estudios.
Un beso. No puedo decir nada más
Eva: Alguna vez viví algo similar, después de muchos años de ausencias. Y es tristísimo. Quizás sea mejor conservar la historia en el recuerdo y no constatar lo que el tiempo hizo con nosotros y ellos.
Pero en cualquier caso, para vos y la gente del palo de AP, feliz día del amigo, porque son los amigos que uno no sabía que tenía (Dolina dixit). Feliz día.
Laura: ¡FELIZ DIA!
Eduardo: ¡QUE BELLO LO QUE DIJISTE! Los amigos que uno no sabía que tenía, maravilloso. Y gracias, de verdad. ¡Feliz Día del Amigo!
Me tocaste el alma.
¡Feliz Día del Amigo, ex-anónimo!
me hiciste poner la piel de leon
apenas tengo 25 años, creo que no vivi todavia, y alguna vez pense algo sobre los amigos y el tiempo y eso y como la vida nos conduce por caminos diferentes
es muy lindo leerte y como dijo eduardo, saludo a la gente de AP que son mis amigosblogueros
un abrazo!
Eva: yo nunca le he llevado el apunte al Día del Amigo, que me parece sin sentido. Su emotivo relato ha hecho que lo mire (tal vez sólo por hoy) de otra manera. Por lo tanto, Feliz Día del Amigo.
Te mando un beso
polycarpo: la época para disfrutar de la amistad es la juventud, después son tantas las cosas que nos condicionan, que cada vez son menos las personas que te interesan como amigos. A veces queda un amigo, otras ninguno. La vida se concentra en relaciones y afectos que antes no tenìas: tu pareja estable, tus hijos, tu mundo laboral. La amistad es algo muy fuerte que se vive en la juventud y que todos extrañamos de adultos. Hay que vivir el tiempo que nos toca, lo màs intensamente posible. Esta relación virtual es muy propicia para sentir vìnculos con las personas del cyberspacio, aquì no existen las edades, ni las prevenciones, es una especie de oasis antes impensado. Feliz Día del Amigo.
Andrés el viejo, gracias por dejar las prevenciones por un momento, y tambièn: ¡Feliz Dìa del Amigo!
¡Gerardo Fernàndez! un encanto de persona, les recomiendo Tirando al Medio, tienen un link a su blog en la lista de Blogs Minuto a Minuto. No se lo pierdan, es expresivo y sabe poner las cosas que pasan y que sentimos en palabras. Todo este tiempo necesitaba leerlo para ganar tiempo a la propia expresiòn. Feliz Dìa, Amigo.
Hermoso relato.
Sos fuerte Eva. Apasionada. Imagino que si este texto estuviese escrito sobre papel, en el dorso quedarían las marcas de las letras.
Seguramente significabas mucho para ella. Tal vez fuiste lo que ella no se atrevió a ser: Una mujer (y no solo la esposa de ... o la madre de...).
Besote grande y abrazo a Don Row.
ahh y Feliz Día...
(me había quedado pensando je..)
¡Rob! todavía no me perdono que estuviste en esa esquina del Molino, viniendo de tan lejos, que yo estaba en un café de la esquina y que no pudimos saludarnos. La próxima no nos va a pasar.
========
Gracias por tu comentario. Feliz Día.
¡¡¡Felíz día Eva. !!!
Hermoso texto. Recupera el valor de "sentirse " amigo.
¡Mierda Eva! lo dijo de un modo que se me retorció el cuore para luego apretarse en un puño. El domingo pasado no vi a ninguno de mis hermanos de la vida. Se dio así, como la mayor parte del año cuando los siento cerca adentro pero no hay nadie. Me imagino que nos vamos separando con el tiempo y que conservamos una amistad no con "ellos" sino con el recuerdo de lo que fueron esas personas que conocimos, cuando había tiempo de sobre e intereses comunes.
Saludos.
Ex-anónimo: gracias.
el canilla: gracias.
Pensamiento: gracias.
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