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ADVERTENCIA 2: Soy Eva Lenczner o Eva Row, la misma persona. En Facebook me cerraron el muro porque me denunciaron por apropiación de identidad. Row es el apócope de mi apellido de casada. Tuve que enviar mis documentos para que me permitieran abrir un muro nuevo. El otro se perdió con tres mil seguidores. Es el resultado de tener muchos enemigos por jugarse y poner la cara en 6,7,8.

20 de diciembre de 2008

Por qué converso tanto con las personas en la Óptica


Me recibí en el 69. El año que viene cumplo 40 años de profesión. Aclaro que lo mío para muchos es un mero comercio, pero yo lo consideré de entrada como profesión, y así lo ejerzo.

En cuatro décadas conocí miles de personas. Serán muchas más que una por día, tal vez el promedio sea 4 o 5. Pero me refiero a conocer, a conocer un poco más profundamente. Digamos que 2 por semana.

Sí, porque en mi óptica nos ponemos a conversar con la persona, me interesa su vida, porque yo le resuelvo un problema a una persona, no a un par de ojos. Los que no son clientes de mi óptica dirán ¿cómo un óptico puede resolverle un problema a una persona? Dirán: la receta la hace el médico, yo me elijo el armazón que me gusta. ¿Qué hace el òptico? Cumple con la orden de la receta. Entonces ¿cómo puede decir Eva que le resuelve un problema a una persona.

Si alguno de mis clientes estuviera leyendo esta entrada, seguramente daría fe de lo que voy a explicar. Todo empezó cuando el país se hizo pomada y entró el gran capital a la Medicina a subvertir el orden de las cosas como eran antes de ahora. Hace mucho tiempo.

Cuando yo me recibí, los oculistas atendían en su mayoría en sus consultorios. Las personas no tenían Medicina Prepaga. O iban a los hospitales públicos, o pagaban una consulta particular. Las personas eran pacientes de tal determinado Oculista. Los Oculistas atendían a los pacientes casi una hora por persona. Las consultas nunca fueron baratas, pero tampoco nada imposible. La gente consideraba justo el valor de lo que se llamaba “el honorario”, por los servicios que el profesional le brindaba. Todavía quedan pacientes unidos a esa relación con sus oculistas particulares. Muchos siguen la relación, a pesar de tener Medicina Prepaga. Pero se trata de Oculistas de más de 60 años, y de pacientes de esa edad o más.

Las generaciones más jóvenes no lograron establecer un vínculo con un Oculista, salvo pocas excepciones de personas con problemas muy serios. Los especialistas van rotando de Obra Social, dejan de pertenecer a la cartilla, o incluso habiendo continuado en la cartilla, el poco tiempo del que disponen para la consulta, la poca paga que se les hace, no los deja dedicarse al paciente como era antes, ni fundar una relación donde el médico se acuerda del nombre del paciente cuando lo vuelve a ver. Quince minutos por persona, a toda velocidad, y que pase el que sigue.

Un día, hace mucho tiempo, cuando irrumpieron los Sanatorios con Medicina Prepaga, las recetas de muchos oculistas empezaron a ser deficientes. Los anteojos no salían bien. La gente no estaba conforme, tenía otra expectativa del resultado y se decepcionaba. La fórmula de muchos colegas era responder “se tiene que acostumbrar”. A mí eso no me conformó. Pero me sentía impotente. ¿Qué hacer?

Lo peor era cuando la receta estaba francamente equivocada, cuando la persona decía: ¡ah no, yo no veo nada con ésto! Entonces venía mi drama. No querían pagar el anteojo, porque obviamente estaba mal. Pero yo no tenía la culpa, había cumplido fielmente con la receta. Llevarse el anteojo sin pagar para ir al Oculista a que diga quién tuvo la culpa, yo no lo podía permitir, por demasiadas razones. El Oculista, si se daba cuenta de que había cometido un error, no lo reconocía nunca. Decía que los anteojos están mal hechos, que estaban mal “centrados”. Y con eso, CON ESO, habían encontrado el modo de zafar. El centrado no es la graduación. Estaban diciendo que la graduación estaba bien, pero que otra cosa, algo que el paciente no entendía, que parecìa gravísimo que se llamaba “el centrado”, estaba mal. El paciente volvía a la óptica diciendo lo que decía el médico. Pero el óptico decía que “el centrado” estaba bien. Entonces el paciente se retiraba y no volvía nunca más al médico aquel NI AL ÓPTICO. Abandonaba a los dos.

Me pasó con buenos clientes, con gente que había confiado en mí, y que ahora me abandonaba, en la injusticia más absoluta, y ante mis ojos se iba abriendo el panorama de una situación ingobernable, que no podía continuar.

Yo debía involucrarme en la receta oftálmica. Yo debía poder encontrar DÓNDE ESTABA EL ERROR DE UN OCULISTA, cuando eso sucedía. Pero no me habìan enseñado refracción, estaba prohibido para los ópticos involucrarse en la refracción, era exclusividad del Oculista.

Si lograba identificar el error de un oculista, iba a tener un as en mi mano. Cuando el cliente dijera que no veía bien con los anteojos, con el error identificado por mí, el Oculista iba a estar entre la espada y la pared, debía reconocer el error y arreglarse con el problema que se le armaba con el paciente.

La cuestión era que yo quedara a salvo de semejante injusticia, que yo no perdiera un cliente inmerecidamente, y también salvar al cliente de una maquinación deleznable. La plata perdida no era mi problema, yo era capaz de pagar nuevos cristales con tal de salvarme de una mentira.

Entonces me compré una Caja de Pruebas, que es una caja con una serie de cristales de graduaciones de todo tipo, que el Oculista usa para hacer la refracción. Y comencé a comprar libros sobre refracción, y a estudiar. Y no quedaba nunca satisfecha con lo que leía. Profesores de Universidades de EEUU, nombres famosos, y no estaba satisfecha. Estoy segura de que los grandes profesores guardan para sí los secretos de la refracción. Que es algo muy refinado, como una técnica cualquiera que hasta para hacer un huevo frito lleva el color de su dueño.

Lo que explican no alcanza, es insuficiente. Hablan también de la “destreza que se adquiere con el tiempo”, en fin. Uno compra libros para ahorrar tiempo, no para que le digan que bueno, con el tiempo va a aprender.

Asì que me puse a pensar la problemàtica por mi cuenta, y a resolver por mí misma, los problemas que se presentaban en develar los defectos refractivos del ojo. No se olviden que yo estudié Ciencia y Método Cientìfico en la Facultad de Ciencias Exactas, y mi adiestramiento mental en orden al método científico no se perdió nunca.

Yo quería un método. Para mí las cosas serias requieren de método, no acepto las improvisaciones ni las intuiciones. Necesitaba elaborar un método preciso y riguroso. Y lo logré. Llevó su tiempo, pero lo logré. Llevó el tiempo necesario, el tiempo que exige cualquier investigación. Su propio tiempo. Dos años pasaron de intensas experiencias y conclusiones.

Cuando me convencí de que debìa hacerlo sola, comencé a seguir un plan de investigación. Las problemáticas tienen un orden de dificultad. De acuerdo al orden de dificultad establecí un orden de resolución. Fui encandenando una serie de pasos que avanzaban desde la menor dificultad hacia la mayor. Siempre acotando la problemàtica, hasta alcanzar el punto óptimo, inmejorable, de cada paso, antes de pasar al siguiente.

Yo sabía que además de por mí, era por el bien de la gente. Así que, cada persona que traía una receta, recibía el convite de mi parte, a comprobar si la receta era correcta o si tenìa algún error. Cuando tenía sentado al paciente frente a los optotipos de la pared, antes de comprobar la receta del mèdico, implementaba mi técnica en desarrollo, a ver si yo llegaba por las mías al mismo resultado que el Oculista.

Los primeros tiempos no tenía el dominio total de la cosa. No llegaba a la revelación óptima del defecto refractivo, sabìa que me faltaba avanzar. Pero estaba en el camino correcto. Iba comprobando que los primeros pasos estaban bien implementados, pero para lo que yo quería faltaba método que elaborar. Yo quería un mètodo que me llevara a conseguir la visión perfecta o la mejor visión posible de una persona, a una refracción perfecta, de un modo indudable, por un método científico.

Ya podía detectar el defecto del oculista y podía corregirlo, pero no podía mejorarlo, no podía seguir adelante, no podìa saber si la persona podìa llegar a ver mejor todavía. Y yo sabìa que eso era lo que habìa que conseguir. Que no conseguir la mejor visión posible de una persona, era un absoluta inmoralidad.

Para ese entonces encontrar los defectos de una receta ya fue un gran triunfo. Decirle al paciente que la receta tenía un error, antes de hacer el anteojo, me salvó de enormes disgustos. Y me trajo muchos nuevos clientes. El paciente, asombrado de la situación, en esas ocasiones, solía y (suele) decir ¿entonces para qué fui al Oculista?

¿Por qué es una inmoralidad no conseguir la visión perfecta o en su defecto, la mejor visión posible de una persona? La respuesta a esta pregunta abre un panorama fenomenal de la influencia de la visión en la vida del ser humano, pone sobre la mesa un enorme espectro de consecuencias anímicas, psíquicas y también físicas.

Dejar a mitad de camino la calidad visual de una persona es imperdonable, por cosas que explicaré en detalle más adelante, por ahora digo que es de la mayor impunidad, ya que no existe oficialmente un rango que califique el punto óptimo de una refracción. No existe una prueba que demuestre que el refraccionista consiguió lo mejor de la refracción y que nada mejor es posible. No existe porque a nadie le importa calificarse a sí mismo. Nadie está interesado en ponerse un yugo al cuello. Por eso no existe. Se prefiere el libre albedrío, que salga como se pueda, sin saber si pudo ser mejor. El refraccionista abandona según sea la ocasión. Nada lo obliga a seguir más adelante. Se para cuando quiere, cuando está cansado, cuando no sabe más. Cuando su conciencia le dice que ya es suficiente.

Dejar a mitad de camino la calidad visual de una persona es imperdonable, porque lo que se hace de ese modo es limitarla, limitar la calidad de su trabajo, limitar la calidad de una percepción que puede ser fundamental para un científico, para un artista, que puede ser la causa de haber perdido el empleo, de ser ineficiente, de no prestar atención, de no conseguir concentración en una tarea, de dormirse leyendo, de creer que se ha perdido el interés por la lectura, por el cine, de estar deprimido, de ser pesimista, de tener una contractura muscular, de tener acidez estomacal, ùlcera, pánico, paranoia, autismo, obsesión, neurosis, dispersión, autodesvalorización, etc.

El hecho más insólito con el que me encontré estudiando la situación, es con la fuerza opositora del propio paciente. El y su subjetividad empañan el panorama. Todos creen que saben si ven bien o mal. Todos creen que su propia calificación es la justa. Éste es un hecho tan lamentable, y tan clarificador hasta visto desde el punto filosòfico, que así como hizo Freud cuando descubrió el fenómeno de la transferencia, así yo lo integré a mi lucha contra el paciente cuando es su peor enemigo creyendo que sabe lo que dice. Cuando un paciente dice que no ve bien con el anteojo, a veces falla el oculista, pero a veces sobran las expectativas, y otras veces, el paciente cree que ve bien cuando ve mal. Hay algunos que no ven nada y dicen que ven bien. Otros que ven bien, y dicen que no ven nada. Y en general, todo el mundo que cree que ve bien, no se da cuenta que no tiene con qué comparar. Profundizaré en ésta temática.

Los casos que yo he visto en mi vida limitados innecesariamente por falta de precisión en la refracción, o por subjetividad errada de la persona, han sido algunas veces de terror. Imagínense ustedes un neurocirujano, que tenía la corrección sin los astigmatismos, algo que le bajaba la visión de 10 décimas a 7, y que condenaba toda su visión a una imagen enfocada pero algo difusa en cierto ángulo. Cuando yo le descubrí la faltante y alcanzó las 10 décimas, lo primero que hizo fue decir lo siguiente: ¿Y yo operé así toda la vida?

Otro caso que me conmovió fue el de un violinista clásico, el concertino de un orquesta importante, que había perdido su concentración emocional para la ejecución dedicado a la concentración para el enfoque. Pero él no se habìa dado cuenta que tenía este problema. El creia sinceramente que habìa empezado a fallar como ejecutante.

Desde que le conseguí el enfoque perfecto, empezó a relajarse y poder integrarse a la orquesta. Me contó que el Director le llamaba la atención sobre su interpretación, que lo humillaba frente a los demás, preguntándole ¿en què mundo está flotando?, si está sordo, que no podía ser el concertino estando sordo. Tenía problemas de visión y parecìa sordo. He aquí la punta del hilo de la madeja. Nadie se daba cuenta de que no veía, ni siquiera él mismo.


La visión es algo tan extraordinario, algo que tiene que ver con toda la persona, algo que la puede modificar profundamente, que puede determinar su carácter, sobre todo en la infancia, cuanto menor se es, así como cuanto mayor es el problema, mayor es la influencia de la vista en toda la vida de una persona.

El caso más extraordinario de todos, el màs conmovedor, es el de una nena de 7 años, diagnosticada de autismo, condenada a ser autista aunque no lo era, sólo porque nadie se habìa dado cuenta de que era miope, ni siquiera el oculista. Y yo lo descubrí. Tengo ese orgullo, tengo esa medalla que nadie me entregó, pero que la tengo guardada como el mayor de los trofeos. Le cambiè el destino a una nena, le hice un torniquete a la impunidad del oculista. Y de paso les cuento: el papá de la nena le rompió la cara. Prometo hacer un post con “El caso de la nena que no era autista”, no lo van a poder creer.

Bueno, todo esto vino para explicarles por qué yo converso tanto en mi óptica.

De las primeras conversaciones, a veces sale alguna conversación aledaña, sobre polìtica, sobre arte, sobre lo que sea que haya surgido aparte del tema de los anteojos. Esas conversaciones aledañas, junto con la original, me hacen conocer muchas historias. La gente cuenta cosas. La gente necesita hablar. Que la escuchen. Y a mí también me gusta hablar, y si encuentro una persona con la que hay comunicación, hablamos, y a veces fundamos una relación que perdura en el tiempo, que genera una lealtad del cliente hacia mí, y una corriente de simpatía mutua. Y cariño, mucho cariño, mucha felicidad de volver a vernos, cada vez que necesitan cambiar los anteojos.

Esos clientes, con los que converso además de lo que me interesa como óptica, de otras cosas, son clinetes especiales. Llegan y me paro para darles un beso y un abrazo sentidos, y siento que me quieren y yo los quiero.
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Cuando el Embajador de la Unión Soviética Oleg Kavasov dejó su puesto, se vino a despedir de mí, con su Mercedes Benz negro, con su chofer armado, con un champán y un caviar soviético, y yo le regalé un libro que fundó la sociedad norteamericana en su caracter manipulatorio de las personas en la venta de mercado: "Como ganar amigos e influir sobre las personas" de Dale Carnegie. Nos dimos un abrazo. Me mandó decir que no sabía si reir o llorar, leyendo ese libro en el avión. Entendí lo que quería decir, era un hombre muy inteligente.
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Cuando tiraron la Amia, la Unión Soviètica ya no estaba. La Secretaria de la Embajada, que estaba en Moscú, a través de una amiga escritora de La Plata, me envió una carta solidarizándose conmigo. Yo no podía creer que una persona se habìa molestado en mandar una carta de condolencias y solidaridad para mí por la Amia, desde Rusia a La Plata, y hacer venir de La Plata a una escritoria amiga , a la Capital por mí. La escritora me tradujo del ruso, porque dijo que le pidió su amiga Elena que lo haga, porque en castellano no iba a poder expresar las palabras indicadas para esa trágica situación.
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El arquitecto Dominguez, diseñador de algo así como el Ministerio de Obras Públicas, me mandó una postal de Punta del Este, una acuarela pintada a mano por él mismo del paisaje que veía desde su casa. Yo tenía 30 años y él 89. El viejo encantador, me acuerdo que tenía una miopía descomunal, pero tan optimista, sarmientista, positivista, que decía que él veía bien también sin anteojos. En la postal me escribió: A la de los lindos ojos, que hace que vean bien los ojos de los demás. Arquitecto Domínguez.

Lo curioso es que ahora este blog también se ha convertido en un medio de relación con mis clientes especiales. Hoy vinieron Benjamín y Liliana a retirar los anteojos de Liliana. Son una pareja que atiendo hace años, son dos personas con las que conversamos de otros temas . Benjamín leyó los Cuentos de la Óptica y tiene su preferido.
Benjamín y Liliana me tienen confianza. La confianza que me profesan mis clientes es el mejor de los halagos. Le metí una cuña a la degradación general de mi rubro, y creo que eso me permitió sostenerme en el tiempo. Les ofrezco a ellos un producto insólito, el amor intenso por la óptica. La óptica fue también el amor de Baruj Spinoza.
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23 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No podes dar la direccion de tu optica?

Antares dijo...

Yo tengo IOMA y un oculista que sabe perfectamente quien soy y me atiende todo el tiempo que sea necesario! Y es cierto que la visión determina nuestra existencia, yo me operé la miopía hace un año y es otra vida.

registromundo dijo...

que relato tan calido y comprometido!! La verdad, hasta dan ganas de comprarte un par de anteojos!!! aunque, por ahora, no me los hayan indicado...
Cuando los necesite, sin dudas, iré a tu optica...!!
Un beso, grande
Gal

Carpe Diem dijo...

Eva:
Si bien haberme operado hace dos años de la miopía me cambió mucho la relación con el mundo, dejando de usar lentes de contacto (y toda su parafernalia), mas me la cambió, para peor, y en plena adolescencia, descubrir que era miope. Cuando empecé el secundario descubrí de golpe que no veía con claridad lo que escribían en el pizarrón. Como ser "un cuatro ojos" me horrorizaba (y me condenaba la la exclusión futbolera) no le dije nada a nadie. Pase de ser abanderado en la primaria a cuatro de copas en la secundaria, donde me defendía con las materias de libros (historia, idioma, etc.), pero capoté definitivamente con las exactas, que se dirimían en el pizarrón. Tuve un secundario desastroso sin que nadie se diera cuenta de que era miope. Y cada vez veía peor. Ya en la universidad y cuando gane mi primer dinero me compré lentes de contacto, y acepté tener como suplentes unos anteojos. Pero el mal estaba hecho. No sabes lo que me jodió en términos de estudio, de relación con los demás y en la vida diaria no ver un joraca (6 dioptrías tenía que usar). Todavía no entiendo como mis viejos no se dieron cuenta.

Anónimo dijo...

Antares:

Por favor mandame el nombre del oculista de IOMA a un correo privado.

Y de paso, a todos los que lean éste post, aprovecho el comentario de Antares para pedirles que si conocen un oculista que los trató como dice Antares, me manden el nombre y los datos de consultorio, obra social y dirección del consultorio y telèfono. Sería extraordinario que por este medio, yo pudiera rescatar una planilla de oculistas.

Muchas veces necesito derivar a un oculista a una persona, porque también descubro síntomas de enfermedad, y sinceramente, tengo un único oculista en quien confío, que tengo trato personal y me responde, pero no me parece bien tener uno sólo. Además, de las obras sociales sería necesario saber quién es un oculista de esos que dice Antares, si los hay, mándenme los nombres, por favor, porque la gente tiene Obras Sociales, y sería extraordinario darle el dato de que en su Obra Social hay un elemento diferente, que se va a ocupar de su problema.

Eva Row dijo...

Gal, voy a dar indicaciones para saber si se tiene o no se tiene problemas en la visión. Me diste una idea sin quererlo. El próximo post será ese. Cómo saber si se tiene problemas de la visión. ¿Qué te parece?
Por supuesto que hay que ir al oculista, todos tienen que ir al oculista, aunque crean que ven bien. La visión es binocular, y el cerebro se arregla para encontrar atajos a los problemas visuales y muchas veces anula un ojo para favorecer la fusión de la imagen.
Lo primero que hay que hacer es comprobar si se ve igual con cada ojo por separado. Hay que hacerlo tanto de lejos como de cerca. Taparse un ojo con la mano, dejarlo abierto, no cerrarlo, y mirar un cartel con letras, lo más lejano posible. Comparar como ve un ojo y cómo ve el otro. Si ven igual, por lo menos no hay un ojo parasitario, que está "desenchufado" para no producir problemas en la fusión.
Luego mirar un prospecto médico, buscar la letra más pequeña y hacer lo mismo, con cada ojo, y ver a qué distancia lo pueden leer. La distancia de visión correcta de cerca, debe ser aquella que ubica la lectura con los brazos articulados a la altura del pecho, según la altura de la persona y el largo de los brazos, va de 25 a 35 cm. Si se descubre que uno de los dos ojos vé menos, hay que ir al oculista. Si se es joven, hay tiempo de recuperar ese ojo. No se olviden que la vida sigue, y no se puede tirar un ojo a la basura. Cuando llega la catarata, que afecta al 90 por ciento de la población, porque es algo casi normal que ocurra, el ojo atacado puede ser el ùnico bueno, y una persona que está joven y en actividad, sin darse cuenta de lo que le pasa, va entrando en una senilidad anímica, no reconoce el problema y puede dejar de hacer una actividad importante. Cuando el problema avanzó, no ve de los dos ojos. Si se opera de cataratas vuelve a la vida normal y se pregunta por qué pasé todo eso sin darme cuenta de nada. La gente descubre la catarata cuando está en la ùltima. Háganme caso, vayan al oculista.

Eva Row dijo...

¡Carpe! Sos un testimonio viviente del problema. Me parte el corazón lo que contás. Vos mismo no podés evaluar los daños emocionales por esa historia, a pesar de que tenés conciencia de ello. Imaginate solamente lo que perdiste. Pero lo más terrible es lo que bien reflexionás, que ni tus padres se dieron cuenta.

Lo de los padres no es nada raro, para nada. Los padres tienen un rechazo pánico a pensar que su hijo tenga un problema refractivo, hacen una negación tan grande, sufren tanto si su hijo tiene necesidad de compensar un problema refractivo, que son a veces la principal causa de impedimento.

La mayoría de los padres, cuando llegan con su hijito a la òptica, con una receta de anteojos, no se contienen de hacer expresiones a viva voz y delante de su hijito, como: no me acostumbro a pensar que mi hijo tiene que usar anteojos, y dar un suspiro de dolor. Yo miro la cara del nene, que siente que ha decepcionado a su madre, que desde ahora se va a convertir en un defectuoso, rechazable y vergonzante, y ante ese panorama degradado tengo que intervenir, primero llamando la atenciòn de la madre, cuidàndome de los tèrminos que uso para que el nene revierta ràpidamente en su cabeza lo que le está pasando. Luego me dedico al nene, y me convierto en su amiga, hago que me quiera, que yo no signifique un cuco.

Tengo dos clientitos especiales, que son hermanitos, los Nicolai. Son la tercera generación que atiendo de la misma familia. Uno necesita y el otro no. Pero yo le regalé un anteojo al que no necesita, porque él también quiere usar como su hermano. No sabès la felicidad de Germancito Nicolai, que va con sus anteojos sin aumento al jardín. Me hacen dibujitos, les regalo alfajorcitos. El nene le dice a la mamá, cuando algo le molesta: mamá quiero ir "a lo de Eva" para que me arregle los anteojos. Vienen los dos hermanitos y se cuelgan de mi cuello. Me llenan de emoción.

Lo incomprensible Carpe, es que tampoco se haya dado cuenta un profesor. La gente de mi edad, los que tenemos 60, tuvimos que pasar por exámenes de la vista obligatorios en un lugar que se llamaba Sanidad Escolar, todos los años, antes de empezar las clases, me acuerdo que era en Saavedra 15. Luego, la maestra debía revisar los certificados otorgados en Sanidad Escolar, y si el alumno tenía indicaciones de usar anteojos, la maestra intimaba a los padres y si el alumno no venía con los anteojos se los "amenazaba" con que no "entra al Colegio". Así me pasó a mí. A los 8 años me descubrieron la miopía, intimaron a mis padres, y en una semana tenía puestos los anteojos, que me permitieron participar de todo lo que había a mi alrrededor, menos de los deportes, porque los anteojos antes eran de vidrio y no había lentes de contacto. Claro que era feo usar anteojos. Pero hoy hay muchas cosas, lentes de contacto, luego a los 30 años la operación de la miopía. Lo importante es ver bien, es demasiado importante. Gracias Carpe, y mandale un beso enorme a tu mujer.

Eva Row dijo...

Carpe, me olvidé de decir que todos esos cuidados provienen de la primera época del Peronismo. Luego parece que se fue perdiendo, como todo lo bueno que hizo el Peronismo por los chicos. Se vé que vos que sos màs joven, ya no tuviste esa presencia del Estado vigilando la salud de los niños.
Tengo la ocasión de ver a muchos inmigrantes de la zona de Bolivia y de Perú. Es increíble la desidia que hubo en esos países en la politica de Salud Pública. Personas que ven muy poco, jamás usaron anteojos y algunos terminaron el secundario, y hasta fueron Policías o Militares y ni siquiera ahí pasaron por un oculista.
En la Argentina las cosas no fueron tan graves, para nada comparado con eso.

luisk dijo...

Hola Eva: soy Luis Kon y nos conocimos en la reuniòn de Costanera Sur.
Mi viejo era ZEILIK KON, polaco nacido en 1903 que vino a la Argentina en 1935 y durante el primer gobierno peronista, puso un modesto negocio de venta mayorista de cristales y armazones en el Once. Me comentaste que lo conociste, al igual que a mi hermano, quien se hizo cargo del comercio cuando el falleciò, aparte de trabajar con èl varios años.
Me resultan familiares por mis recuerdos infantiles, muchas de las historias que vos narras a pesar de que mi viejo falleciò en 1975, cuando la medicina prepaga no habìa alcanzado a desarrollarse y producir los estragos que tan bien contàs.
Me encantaría tener los datos de tu óptica y si me los mandàs por correo privado, agradecido.
Muy buenas fiestas, luisk

Eva Row dijo...

Por supuesto Luis, tanto ahora, como en la Costanera, cuando reconocí en tu cara a la de tu hermano, ni bien me dijiste el apellido, se me hace un nudo en la garganta. Me siento como la protagonista de ese tango que cantaba Virginia Luque, en esos versos tan explícitos:

"Oigo a mi madre aún,
la oigo engañándome,
porque la vida me negó
las esperanzas
que en la cuna me cantó"

En ese momento que tu padre falleció estaba por entrar la débacle. Mi viejo se murió en el 79. Los viejos nuestros vivieron la Argentina que les cumplió la promesa que en el barco les cantó. A mí no me la cumplió. La óptica se hizo pomada con Martinez de Hoz por la importación, el oligarca gorilón subvirtió la fabricación nacional y todo después fue un lento derrotero para terminar en Menem, donde se repatieron las joyas del viejo país, internado en el geriàtrico esperando la muerte que vino en el 2001.

Después de estos años de Kirchner, yo resucité de las cenizas, pero en medio de diez óptcas caídas a mi alrededor. Sé que soy un sobreviviente, que ya no voy a hacer lo que quería hacer, pero igualmente tengo mi bunker pequeño, donde hago lo mío, sin parecido con nada de lo que surgió después de Menem.
Te escribo por mail. Encantada.

Lic. Baleno dijo...

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Asi me entere que Spinoza era optico, por el poema de Borges.

Eva Row dijo...

Lic Baleno, que hermosos esos versos. Borges tenía eso de apasionante, rrescataba a figuras como Spinoza. Gracias por traer esos versos.

Anónimo dijo...

Eva, gracias por lo que me decís.
A propósito de tu extrañeza respecto a que ningún profesor se dió cuenta, te digo que así estuve toda la secundaria, ya acostumbrado a imaginarme las cosas. Pero lo mas increíble es que di las "condiciones de Tiro". ¿Te acordás?. A los secundarios nos mandaban al Tiro Federal a aprender a tirar, y decían que con las condiciones aprobadas te acortaban la colimba. Lo cierto es que yo no veía ni el blanco. Tenía un compañero que se le pegó al instructor y este lo puso de ayudante. Así que el flaco se paraba al lado mío y me ponía el puntaje como si yo viera lo que hacía. Ah, además me avisaba para que no tire cuando el colimba sacaba la mano con la banderita que usaba para comunicar el puntaje. No fuera cosa que le pegara con el mauser al miliquito sin querer.

Anónimo dijo...

Carpe, es importantísimo lo que estás describiendo, es un testimonio. La gente que lee no tiene idea de lo poco que veías, porque nadie entiende qué es ver poco. Aprovecho para explicarlo.

Vos probablemente tendrías la retina perfecta, de tal manera que interponiendo un cristal con la potencia necesaria en el camino de los rayos hacia el ojo, las imágenes hubieran pasado de ser nubosas a ser nítidas. Vos veías las imagenes nubosas, cada perfil se difuminaba cuanto más lejos estaba el objeto. Probablemente al metro y medio ya empezarían las cosas a entrar en una nube.

La graduación que me dijiste: - 6.00 dioptrías es altísima. Ya con - 0.25, las imagenes son borrosas, -1.00, es una miopía considerable, -2.00 es un miope absoluto, -3.00 ya es alta, asì que la tuya, es imposible que la hayas soportado, salvo a costa de una voluntad de hierro.

Imaginate que hay nenes que lo primero que ven es a través de esa miopía. Esos chicos forman una personalidad concentrada en los objetos cercanos. Como todo su universo ocurre a un metro y medio alrededor suyo, se vuelven celosos de lo propio, son ordenados, obsesivos con sus cosas. Y generalmente se interesan por la lectura. Suelen ser grandes lectores de novelas, porque en la literatura encuentran las imágenes que la vida no les entrega. Los padres les impiden que se acerquen al televisor, entonces ellos dejan de mirar. Los padres confunden los efectos con las causas.

Y como vos, suelen tener un amigo en quien confían, uno de esos buenazos que salvan al miope, que le suplantan la vista que no tienen. Les leen lo que dicen los carteles, hacen por ellos cosas que no pueden hacer solos.

Menos mal que terminaste con ese lastre de la miopía. Sería muy lindo que recordaras lo que sentiste al ver bien por primera vez cuando pudiste hacerte los lentes de contacto. Debe haber sido un shock ¿no?

Anónimo dijo...

Hola Eva.
Yo no tengo recuerdos de mi nifancia, es decir de estudiante primario, vinculados a la miopía. Es decir, creo que veía bien, bo tenía dificultades para la lectura del pizarrón, o para ver los números de los colectivos, que es lo que te da el primer alerta. Así que me salvé en esa etapa, aunque igual fui simpre muy lector, pero supongo que por estímulos positivos.
Te cuento lo que me preguntas: cuando conseguí el dinero suficiente (nunca lo quise pedir, pues suponía que mi viejo, al que en ese momento no le sobraba nada, me iba a mandar a anteojos), me fui a Lutz Ferrando de avda. Santa Fe. El impacto durante las preubas fue notirio, pero todavía me acuerdo del shock que fue salir a la calle con mis lentes de contacto. Pasar de la niebla al día. Veía con toda claridad los detalles, como cada marquita de las baldosas de la vereda, o los gestos de las personas (tené en cuenta que yo veía a "rasgos generales"). Fue realmente impactante, lo mismo que poder hacer deportes viendo bien; me gusta jugar de arquero en el fútbol y por ahí si el tiro salía de lejos, tardaba en reaccionar (de todos modos, ya viendo bien comprobé que eso no solucionaba el detalle de que era un troncazo).
Hace dos años me operé (láser) y ahora uso sólo de lectura, porque con los 40 llegó la presbicia. Pero no puedo comparar eso, porque con las lentes yo ya veía muy bien, con lo que fue el día que salí de la nebulosa.

registromundo dijo...

Hola, Eva espero tu post...

cariños
Gal

Anónimo dijo...

Hola, Eva:
Tus historias ópticas son fascinantes. Me impresionó mucho tu investigación para suplir las deficiencias de los oculistas: el tuyo es un verdadero espíritu científico.
Quería comentarte un par de cosas.

-Tengo astigmatismo miópico desde chico, pero por suerte usé siempre anteojos, y compensé mi problema. El precio fue quedar pegado a la 'pinta de intelectual'... y finalmente, un modo de vida que se adaptó a la imagen.
El defecto de refracción aumentó hasta '4 y pico' en un ojo y '5 y pico' en el otro, y luego se estabilizó hace ya muchos años.
Voy regularmente a oculistas en mi prepaga por otros problemas visuales.
Una de las últimas veces me indicaron una prueba de refracción, porque hace muchísimo que ando con los mismos anteojos.
Pues bien, voy y me hacen poner la caripela en un 'steit of di art yapanís optical diváis', creo que era marca Ricoh (nada que ver con Aldoh), que me muestra una imagen de una casita, un caminito y un arbolito, y sin preguntarme si veo bien o mal entrega una tira con la corrección necesaria. El avance técnico realmente me impresionó. Supongo que detectaría mis movimientos de acomodación o algo así.

Me interesa tu opinión. ¿Ese aparato termina con los errores y la ‘fiaca’ de los oculistas? ¿O tendrá el problema de tomar lo que es típico y dejar de lado casos especiales, como cuando te revelan y copian fotos en máquinas automáticas?
Claro que con el aparatito no se puede dialogar sobre la actualidad política ni sobre la cara que ponen los pianistas al tocar...

-Suplemento frívolo:
-Allá por los 80's me lamenté a un oculista porque mi miopía había aumentado y necesitaba más corrección. Él me reconfortó: 'usted piense que el que ‘ve’ es su ojo (con ayuda), no el anteojo'.
Creo que en la década de 2000 se adaptó este mismo argumento para los hombres avergonzados por necesitar sildenafil...
-Está comprobado que los miopes ‘no corregidos’ ven las caras de la gente más bellas de lo que son (con rasgos más suaves y menos percepción de irregularidades y asimetrías). Por otra parte, el miope 'no corregido' suele tener una mirada intensa y penetrante hacia su interlocutor (se veía mucho en mujeres, cuando no usaban anteojos por coquetería), que muchas veces se interpreta como sugerente.
-Los dos hechos anteriores explican un montón de seducciones involuntarias, varias bofetadas, unos cuantos matrimonios, algunos divorcios provocados por la recuperación del enfoque, y en general la importante contribución de los miopes al mundo del amor.
Saludos y felices fiestas,
Raúl C. (ex RCW)

Eva Row dijo...

Gal: El siguiente post: cómo saber si se tiene problemas en la visión. Lo antes posible.

Eva Row dijo...

Carpe, te pregunté eso porque sabía que debías haber tenido una reacción muy emocional, así como la describís, las rayitas impresionan, las de las baldosas de la vereda, la de los ladrillos de los frentes de las casas, todo aparece perfilado, cuando antes era difuso.
Ahora imaginate mi experiencia cuando le hice (hace mucho tiempo, porque ahora se le ponen lentes de contacto a los chicos) un anteojo de - 9.00 dioprtías, a un nene de 5 años. Los papás no estaban preocupados, a diferencia de los demás. Y eso a mí me preocupaba. El oculista no les había explicado nada. Les había entregado la receta y nada más.
Primero: los papás tenían que saber que el chico iba a tener una reaccción emocional. Entonces yo los preparé, por suerte, porque después, lloramos todos.
Les dije que necesitaba que ellos supieran cómo veía su hijo, antes de darle el anteojo al nene. Lo hago siempre, los siento frente a la Carta de Optotipos, y les pongo la graduación contraria a la que tiene el nene. En este caso: + 900. Cuando ven cómo ve su hijo, recién entonces entienden. Eso también es un shock, pero a mí entender es absolutamente necesario. Una vez que los padrese entendieron, le dimos el anteojo al nene.
El nene se puso los anteojos y se los sacó inmediatamente, asustado de ver. Luego los miró y se los volvió a poner lentamente y salió a mirar la calle y empezó a reirse, contentísimo. Luego entró y tomó la cara de la mamá con las dos manos y le miraba la cara con todos sus detalles. Todos llorábamos, menos el nene, que era muy feliz.

Eva Row dijo...

Raúl, aclaro, hice un método para mí. Pero mi método depende exclusivamente de la visión del paciente, y de su reacción frente a los estímulos. Si me toca una persona que no sabe hablar ningún idioma conocido, como un chino que no habla inglés, no tengo ninguna posibilidad de saber nada sobre sus ojos. También hay casos de chicos down que no hablan y suelen ser muy miopes. Yo utilizo solamente una caja de pruebas. Cualquier oculista debe poder hacer lo mismo que yo, o es de esperar que mejor. La cosa es que como dije antes, algunos no tienen mucho tiempo para las sutilezas. Lo que decís de la máquina, se trata de un adelanto muy interesante, abrevia sensiblemente el tiempo de la refraccion. Se llama autorrefractómetro. Pero, te cuento: el aparato llegó por la época en que Salonia era ministro de Educación y Salonia había permitido la carrera de Optometrista a la que yo me anoté, dictada por la Universidad de Colombia. En esa oportunidad, mirando el aparato, un compañero óptico me dijo que la compró y cometió el error de hacerse los anteojos directamente sin pasar por la caja de pruebas. ¨Se rió y dijo que le salió un desastre.
¿Qué pasa? El aparato solamente mide los reflejos corneales, pero a veces los astigmatismos se componen también de astigmatismo no corneales, que se llaman residuales, que afectan al ojo. Ese aparato larga una tira con varias posibilidades. Le sigue luego la obligatoriedad de que el oculista ponga al paciente frente a la caja de pruebas y le tome la visión que se llama "subjetiva", llegando él a la conclusión de cuáles de las posibilidades largadas por el aparato es la mejor, o incluso, una otra posibilidad. Sin embargo, el aparato en manos eficientes, es una gran ayuda, porque acorta el camino, es menos fatigoso para una persona que tiene que atender una cola enorme de gente todos los días.

Respecto de lo que dijo el oculista, que el que veía era el ojo no el anteojo, es una muy buena respuesta, lo que no tiene nada que ver con otras cosas como esas de los hombres avergonzados :) ya que no es una sustancia lo que se la al ojo sino que se le pone un cristal frente al ojo. Lo que se le pone frente al hombre no le funciona (espero que te rías con mi respuesta).

Efectivamente, lo que importa del ojo es la calidad de la retina. Si con anteojos se vé bien, entonces el ojo está perfecto. Los problemas refractivos son cuestiones físicas que determinan defectos en relación al nivel civilizatorio que hemos alcanzado y al nivel de supervivencia. Para la genética, era suficiente que un hombre viera a un animal enorme y poder largarle una flecha.

Gracias por comentar y espero que sigas leyendo el próximo post. Un beso grande.

Anónimo dijo...

Eva muchas gracias por su post y por compartir sus experiencias con nosotros, tengo una amiga que escribe unos poemas muy lindos sobre su abuela que es "modista" (asocio esa practica con la suya), en ellos se cuenta el detalle de sus trabajos, los cuidados y también habla del cansancio de la vista:

ahora Anita es grande
y le dice
mamá no te esfuerces
te lleva tiempo
te cansa la vista
la costurera
asiente
con convencimiento
pareciera
pero a la hora
de la siesta
lo compartimos:
ella me escucha
revolver su placard
buscando
sus viejas costuras
y yo escucho la pedalina
de la Giardini
sin que quede solo
en cuestiones de bulla.

http://laseleccionesafectivas.blogspot.com/2006/09/alfonsina-brin.html

Yo soy miope desde los 8 y tengo 33, hace ya unos años tengo la suerte de atenderme con el doctor BEREILH en la ciudad de Bahía Blanca, el me dispensa el tiempo necesario y puedo hablar de otros temas, el me pregunta ¿como esta Buratovich? que es el pueblo donde nací y donde siempre viví, 80 Km. al sur de la ciudad que es cabecera regional del sudoeste bonaerense.

Es muy importante la relación con el paciente, le puedo asegurar que desde soy atendido por el veo mejor.

Gracias por entender también, tan de cerca, cual es nuestra realidad.

Eva Row dijo...

¡Pierino!
No podés imaginar la sorpresa que me dió encontrar ese poema que me regalás de tu amiga, saliendo del orden de la óptica, encontré buena poesía, de la que a mí me gusta, que no es fácil. Estuve mirando tu página, tengo que verla detenidamente y leer todo con tranquilidad. Espero que sigamos en contacto Pierino, no hace falta ser muy adivino para darse cuenta que traés un pequeño tesoro entre las manos. Te pido por favor que no perdamos el contacto. No dejes de visitarme. Yo lo voy a hacer en tu espacio.

Anónimo dijo...

Eva:
Sí me hiciste reír, aunque mi analogía era que en ambos casos se debe solucionar la falla de UNA función.
Un cordial saludo,
Raúl C. (ex RCW)

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