
Se fue un león con cara de ángel, voz de terciopelo, cierto pequeño tartamudeo que evocaba una timidez sepultada, modos muy amigables y sencillos, pero garra verbal como pocas, proveniente de una mente brillante y muy creativa conceptualmente.
Saludo a León como si se fuera de viaje, porque la muerte de los que dejan su pensamiento de herencia no es muerte verdadera. Lo mejor de León, se queda en sus libros. La muerte se lleva su cuerpo, conservado con increíble juventud hasta casi los noventa. Con su par de mellizitas nacidas hace no tanto, que le llenaron el pecho de amor, según repetía a quien quisiera oírselo.
Chau León, y gracias !