12 de mayo de 2012

La Molinari


Hace 40 años había una inspectora de óptica del Sector de Salud Pública de la Nación, para la Capital Federal, de apellido Molinari, a la que llamaban “la Molinari”.

Ella hacía cumplir el “petitorio” a rajatabla. El “petitorio” era una lista de cosas que había que cumplir en un establecimiento de óptica. Jamás conocí a un Inspector que no fuera corrupto e indolente, salvo ella. Era el terror de todas las ópticas. Inspeccionaba a todas una vez por año, faltamente.
Siempre encontraba alguna irregularidad, se las arreglaba para encontrarla. De un asunto nimio hacía un escándalo, ponía un plazo corto, y volvía para comprobar si se había corregido.
El tema era el petitorio del stock de cristales.Los cristales que había que tener en la óptica sumaban un capital importante. Cuando se hizo ese petitorio, se tomó en cuenta a todo el territorio del país y a la lejanía de muchas ópticas de los lugares de venta mayorista, por lo que se exigió mucho más cantidad de la necesaria y razonable para una óptica de Capital Federal que estaba a unos minutos de viaje de cualquier mayorista.
Tener cristales en stock de graduaciones raras e inusuales, por lo menos en Buenos Aires, era un despropósito. Los ópticos tratábamos de dar uso a ese capital inmóvil e inútil no reponiendo los faltantes menos requeridos, y así se nos iba achicando el stock de cristales, haciéndose evidente el achicamiento, por lo que todos reponíamos las graduaciones raras con otras que salían diariamente, con tal de que la Molinari no viera el achicamiento. La Molinari hacía pagar el precio de ese error a cada óptico. Si llegaba a mirar el petitorio, revisaba una por una las graduaciones existentes y si había faltantes ordenaba su reposición en pocos días, lo que hacía a veces imposible a un óptico de barrio poder cumplir, por el monto requerido.
A mí me hizo pagar el error. Salí a buscar auxilio en la parentela para disponer de 40 mil pesos que no tenía para llenar el petitorio en una semana. Pero luego encontré un subterfugio para seguir sin reponer las graduaciones raras sin que ella lo supiera.
Resulta que ella inspeccionaba siguiendo un orden fijo. Primero se fijaba si estaba la chapa de bronce en la pared externa y si la chapa tenía el Nº de matrícula profesional. Segundo, si el óptico tenía puesto el delantal blanco. Tercero, se fijaba que el título profesional colgara de la pared interna. Cuarto, revisaba el frontofocómetro y comprobaba que un cristal fuera medido correctamente por el aparato. Le seguía la biseladora. Observaba que estuviera mojada y advertía que ella de esa manera comprobaba que los trabajos se hacían en la óptica, y que si estuviera demasiado reseca clausuraba la óptica porque eso significaba que los trabajos se mandaban a hacer afuera, cosa que estaba prohibida. Después de toda esa rutina pasaba a controlar el stock de cristales.
La primera vez que estuvo, todo estaba bien, pero faltaron cristales y me obligó a gastar la plata que no tenía, yo con una bronca bárbara contra esa mujer inexpugnable y de pésimo carácter que no quería oir razones ni dar mayor tiempo, como si hubiera asumido en sí misma el valor moral de la República. Muchas veces pensé en qué bueno hubiera sido que todos hubieran sido como ella.
La cuestión es que en la visita del año siguiente yo había sacado la chapa de bronce, porque las estaban robando, y la había puesto en la vidriera. No más entró lo hizo gritando que falta la chapa en la puerta. Le dije que estaba en la vidriera. Siguió gritando que yo no podía torcer la ley, que la chapa tenía que estar en la puerta y que me daba dos días para ponerla donde corresponde. Me hizo firmar la intimación y se fue. A los dos días vino, comprobó que estaba, me felicitó y se fue.
Quedé asombrada del descubrimiento. La Molinari no seguía adelante con la inspección del petitorio si encontraba una falla. Se quedaba con eso y todo terminaba ahí. Me jugué a que eso era así. Así que decidí comprobarlo. Más o menos para la fecha en la que me tocaba la inspección, empecé a atender sin delantal blanco, con toda la intención de que esta vez fuera el delantal blanco donde se detuviera y no llegara a los cristales que iban disminuyendo alarmantemente. Y así fue.
Desde la calle me vio sin delantal y ya empezó a sacar la intimación. No siguió adelante. Volvió a los dos días, me vio con delantal, me felicitó y se fue hasta el año siguiente. Al año siguiente volví a sacar la chapa de la puerta y la puse en la vidriera. Y al año siguiente la esperé sin delantal. Y así pasaron unos cuantos años mientras ella envejecía hasta que murió.
Me consumí todo el stock de cristales, inútil acopio de material ahora inservible que fue reemplazado por el orgánico, y que de haberse conservado debería ir directamente a la basura.
La Molinari no fue reemplazada. Ni por alguien menos exigente. Nadie después de ella volvió a verificar nada. De hecho Cavallo rompió con la regulación existente, y los anteojos de lectura hoy se venden en los supermercados elegidos por el usuario irresponsable.
La experiencia que adquirí al eludir con sagacidad el acoso de la Molinari me enseñó, para toda la vida, que la irracionalidad no se combate con razones, y que cualquier subterfugio queda moralmente habilitado cuando implica no someterse a la arbitrariedad.

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Los dos bowls de plástico


No se debe comprar dos bowls semiesféricos iguales de plástico. Me refiero a si uno no tiene una cocina espaciosa con muchos armarios para guardar los utensilios con holgura. Si uno debe apilar todo lo que tiene forma semejante, haciendo entrar una pieza dentro de la otra, en una rigurosa sucesión de mayor a menor capacidad, formando una pirámide. Porque si uno tiene esas cocinas enormes, no llega a intimar con esta problemática ínfima de resolver la falta de espacio, donde la limitación enciende el ingenio, y la consecuente satisfacción de haber resuelto una ecuación tan importante como la de Einstein, colocando la energía en relación a la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz.
No se debe comprar dos bowls semiesféricos iguales de plástico. El problema se agudiza con el material plástico, porque su relativa elasticidad hace que al estar un bowl dentro del otro, el de abajo se pegue al primero como una sopapa formando el vacío entre ambos. De tal manera que cada vez que queremos usar uno de los dos, nos vemos obligados a despegar semejante adherencia haciendo movimientos infructuosos hasta lograr que se separen.
Durante muchos años viví este problema con dos bellos bowls iguales de plástico que ocupaban espacio en la pirámide y que me resistía a usar por no encontrarme con la frustrante tarea de despegar la unión antipática. Sin embargo, de vez en cuando, me sometía por necesidad.
Un día usé uno de ellos, le coloqué encima un plato de plástico y lo puse a recalentar comida en el microondas. Se sabe que hay que dejar un mínimo espacio cuando se tapa un recipiente en el microondas para que salgan los vapores, pero yo no lo hice. De pronto se escuchó un ruido fuerte. Vi que el bowl se había aboyado, mostrando que dentro se había producido el vacío, dejando la pieza de plástico inútil. Tuve que tirarla.
Así, de un modo Salomónico el azar resolvió el asunto, y ahora uso todo el tiempo el bowl mellizo que quedó solo, que se me entrega sin resistencia, que se pone a mi disposición sin alterar el poco tiempo del que dispongo para cocinar, sin demorarme en padecimientos que simbolizan la aceptación del sacrificio inútil, una psicología digna de ser analizada para parangonarla con otras cosas de la vida en las que hacemos lo mismo, con esa anestesia cultural de víctima que se niega a sí misma el derecho a la percepción de la libertad.
Cada vez que uso ese bowl me viene a la memoria el “finado” y disfruto de su ausencia. Le debe pasar a algunas viudas.


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4 de mayo de 2012

Hay más empresas detrás de YPF

La lista de la participación de YPF en otras compañías es enorme
Del Diario "Río Negro"(*)



La estatización del 51% del paquete accionario de YPF supone no sólo el control de la principal industria de nuestro país y de la petrolera que domina el mercado de los hidrocarburos con su integración vertical. Con esta decisión el gobierno pasó a controlar, además, un conglomerado de empresas que incluye una compañía en Estados Unidos, dos de servicios petroleros, la venta directa de combustibles con una red propia, la distribución de gas, la generación de electricidad, la separación de gases ricos, la producción de fertilizantes y de metanol, cuatro refinerías, ductos, una terminal portuaria y hasta una comercializadora de granos.

La lista de la participación de YPF en otras compañías es enorme. En algunas tiene el 100% del capital accionario y en otras una presencia mayoritaria o la operación sin ser el dueño principal.

Es difícil conocer el patrimonio neto de semejante red de intereses comerciales porque, además, muchas de estas firmas no son públicas (no cotizan en bolsa) desde el punto de vista de la información.

YPF, ya se sabe, es la principal empresa de nuestro país, la de mayor facturación, el primer contribuyente al Fisco y el generador del más alto número de puestos de trabajo. Extrae el 33% del petróleo y el 23% del gas que se producen en la Argentina y lidera ampliamente el mercado de los combustibles líquidos y el gas envasado (GLP).

Uno de los activos que automáticamente pasaron al control del Estado cuando se intervino la empresa fue la petrolera Maxus Energy Corporation, con sede en Estados Unidos y actividad en el Golfo de México.

Maxus fue adquirida por YPF bajo gestión estatal antes de que Repsol comprara el paquete mayoritario de la empresa. Tiene una producción de 10.000 barriles por día en el área Neptune y activos en la zona de Texas, donde está su sede.

Otra de las empresas es YPF Internacional, que tiene a su vez el 100% de YPF Guyana Ltd., participante del consorcio Bloque Georgetown, cuyo operador es Repsol. YPF Internacional tiene además intereses en Ecuador, Perú, Colombia, Bolivia, Paraguay, Uruguay y Chile.

Servicios Petroleros

Habrá que ver qué dirección toma la intervención del ministro de Planificación, Julio de Vido, pero mientras los Eskenazi tuvieron el gerenciamiento de YPF se impulsó la política de dejar de contratar actividades clave del upstream. Así se creó hace menos de dos años YPF Servicios Petroleros.

La idea incluso dejó de ser un proyecto cuando YPF Servicios Petroleros importó equipos propios de perforación y reparación de pozos y los colocó en los yacimientos, bajo contrato con la empresa madre.

La decisión no sólo le permitió a la empresa achicar costos (las operadoras suelen quejarse de los altos costos de los gigantes mundiales de los servicios petroleros especiales) sino que además podría constituirse en un modo de reducir la presión del Sindicato de Petroleros Privados de Río Negro, Neuquén y La Pampa –que nuclea a los trabajadores de las contratistas pero no de YPF, que tiene su personal bajo convenio del Sindicato Unido Petroleros e Hidrocarburíferos (Supeh, continuador del viejo SUPE de los petroleros del Estado)– sobre la empresa.

YPF ya estaba en el negocio de los servicios petroleros cuando Repsol compró el paquete mayoritario de acciones y le incorporó la propiedad de Astra Evangelista SA (AESA), comprada con anterioridad por la empresa española. Esta firma se dedica a ingeniería, construcciones, servicios, operación y mantenimiento de plantas y yacimientos.

Oldelval (Oleoductos del Valle) es la empresa que transporta la "sopa" del petróleo de la Cuenca Neuquina hacia Puerto Rosales, en Bahía Blanca. Es operada por Petrobras (que tiene el 23,1% de participación), pero YPF es su principal accionista, con el 37%. Chevron, que es el principal productor de la cuenca, tiene el 14%; Pan American Energy, el 11,9%, Pluspetrol, el 11,9% y Tecpetrol, el 2,1%.

Almacenamiento de crudo

En Puerto Rosales YPF tiene el 30% de Oiltankig, una empresa de almacenamiento de crudo.

El Oleoducto Trasandino ya no opera; se construyó para exportar crudo desde la zona de Rincón de los Sauces hacia Chile. Pertenece a la sociedad A&C Pipeline Holding Company, donde YPF tiene una participación del 18%.

El Gasoducto del Pacífico fue construido para enviar el gas de la Cuenca Neuquina hacia el otro lado de la cordillera, pero la caída de las exportaciones del combustible a Chile hizo que la operación se redujera en volumen. La empresa pertenece a una sociedad entre Gasoducto del Pacífico Cayman Ltd. (el 10% es de YPF), Gasoducto del Pacífico SA y Gasoducto del Pacífico Argentina (también tiene un 10% de YPF).

La empresa intervenida y en vías de expropiación tiene la operación de Termap (Terminales Marítimas Patagónicas), aunque su participación es del 33,15%. Esta empresa opera el puerto de Caleta Olivia, desde donde se exporta la mayor cantidad de crudo del país, proveniente de la Cuenca del Golfo de San Jorge.

La red de empresas controladas y vinculadas es muy grande e incluye además una participación del 20% en la central térmica Dock Sud, en el Gran Buenos Aires, y del 45% en Pluspetrol Energy (no de la petrolera), que maneja un complejo de generación eléctrica en Tucumán.

El caso de Profértil es peculiar para nuestra región, porque es la planta de fertilizantes que Agrium (la empresa canadiense que antes se llamaba Cominco) quería construir en Neuquén a cambio de gas barato subsidiado por el Estado. La fábrica está en Bahía Blanca y pertenece en partes iguales a la empresa argentina y a la canadiense.

Posee además el 50% de Refinor, una refinería ubicada en Salta, que comparte con Petrobras y Pluspetrol. Esta planta se suma a las destilerías de La Plata, Luján de Cuyo y Plaza Huincul.

Mega es la planta separadora de gases ubicada en Loma de la Lata, que tiene un poliducto hacia el parque industrial de Bahía Blanca, donde se encuentra el complejo fraccionador. YPF tiene el 38% y comparte el paquete accionario con Dow Chemical y Petrobras. El propano, el butano y la gasolina natural se exportan.

MARTÍN BELVIS martinbelvis@rionegro.com.ar

(*) http://bit.ly/JRbzj5

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