15 de agosto de 2010

EL FOLLETÍN BLOGUERO: cuidado con la sonrisa de don Reymundo Roberts.

Viene del post anterior.

2ªParte) El elefante se ocupa del mosquito



Algo similar a lo que nos pasó en esa Asamblea, ocurre ahora con la nota de Reymundo Roberts desde La Nación. Un diario tan importante, mucho más que Clarín, porque viene de mucho más atrás. A través de un miembro de su directorio como es Roberts, nos pregunta ¿quién nos paga? y dice con sorna que quisiera ser bloguero K.

Me parece un panorama peligroso. Peligroso para nosotros, los blogueros. Porque ellos tienen muchos medios, mucho dinero, mucho poder, y nosotros nada. Nosotros andamos por ahí con la piel descubierta y sin amparo de ninguna naturaleza. Ni abogado, ni mutual, ni protección de ninguna especie.

Es peligroso porque da por sentado una mentira que no intentará siquiera confrontar. Está afirmando cómo son las cosas. Está afirmando cómo considera las cosas. Sin dejar lugar a dudas.

Está afirmando, y a la vez malinformando, que existe un "nosotros", entre los blogueros algo colegiado, algo articulado, algo organizado. Por eso dice que "nos" pagan. Y me preocupa la respuesta de los blogueros que van a comer del anzuelo del pescador.

El periodista supone que a los blogueros que llama "K", o sea los que defendemos al gobierno, nos pagan. Yo puedo decir que a mí no me pagan. Como no hemos formado ningún colectivo, supongo que a los otros tampoco. Y la verdad tal vez a alguien en particular le paguen, o le hagan favores, yo no lo puedo saber, nadie lo puede saber más que ellos. A mí por lo menos, no.

Ahora, no sé por qué debería estar dando explicaciones sobre este asunto. Porque no se entiende qué quiere decir con que nos pagan. ¿Quiere decir que nadie puede apoyar al gobierno sinceramente si no está pagado? Eso es problema del que lo piensa, y es un problema en serio, que lo hace equivocarse en valorar la naturaleza de aquello que está enfrentando. Pero supongo que es una estrategia bien pensada la de desvalorizar los apoyos al gobierno, sin ningún ánimo de revalorizarlos. ¿Para qué discutir?

Yo no voy a discutir con Reymundo Roberts, sólo decir que tomo sus palabras como una amenaza a mi libertad de expresión. Porque a RR le pagan para decir lo que dice y me acusa a mí de que a mí me pagan después de que es él el que cobra. ¿Cómo alguien acusa a otro de lo que él mismo hace?

Reymundo Roberts está midiéndose con nosotros, haciendo gala de las plumas de pavo real. Quiero decir eso sí, que entendí la amenaza, tiene el mismo tono que los que echan de las plazas a los que vienen a discutir. Los echan con el mismo argumento: te pagan. Reymundo Roberts y aquél mafioso del PO que me echó de la plaza, son iguales.

Nos está echando de la plaza de la discusión. Nos quiere empujar con su sonrisa. Y lo hace desde el diario más antiguo de la Argentina en supervivencia. Lo hace amparado en ese diario, en ese status de superioridad social que le otorga escribir en La Nación. Lo hace alardeando poder. Por eso es peligroso. Porque nosotros no tenemos ningún poder, ni poder que nos ampare.

Se ve como un despropósito la dedicación insólita a unos pocos ciudadanos que ponen en circulación su pensamiento desde los blogs. Nada puede molestarle al ancestral diario nuestra existencia. Para nosotros podría hasta significar un motivo de sobrevaloración en nuestro trabajo en los blogs. Pero no debe nublarnos el entendimiento que desde La Nación se estén ocupando de nosotros. Nos están amenazando desde el poder económico. Porque teniendo el poder que tienen, dedicarse a personas indefensas en sorna, que escriben en sus blogs, es de temer.

Reymundo Roberts y La Nación son de temer. Nosotros no. Nosotros no podemos hacer temer a nadie. Hay que ser muy cobarde para ser un elefante y reirse del mosquito.

EL FOLLETÍN BLOGUERO: cuidado con don Reymundo Roberts.

Como acostumbro a escribir medio largo, voy a empezar a escribir en forma de folletín. Por si no lo sabías, era la forma que tuvieron muchos grandes autores literarios, de publicar sus novelas en los diarios, que iban saliendo "por entregas". Así por ejemplo, fue publicando Emilio Zola sus novelas. Bueno, empiezo yo acá, para explorar esta herramienta del blog, y hacer innovacionaes.

Parte 1) EN LA ASAMBLEA DE LA PLAZA CÓRDOBA


Vos te acordás, estábamos todos alterados, salidos de la vaina. El PO había encontrado la forma de "hacerse" con ese público sacado a la calle por el caballero don quijote De La Ruina y su compañero Sancho Panza Cavallo. Fue cosa del Partido Obrero y su conocimiento de esos negocios, plantar una bandera en un lugar determinado donde se pudiera juntar gente, con la leyenda "Acá funciona la Asamblea Barrial XXXX, se reune los sábados de 14 a 18." Y así nacieron "espontáneamente" las llamadas Asambleas Populares de los barrios.

Habíamos ido con mi marido Bob Row, que tiene la desgracia de no poder pasar desapercibido por varias cosas: es muy alto, grita con voz chillona cuando se enoja, tiene un cacho de cultura. Por estas tres cosas nos echaron de la Plaza. Te cuento:

En una reunión de gente siempre alguien tiene la manija. En este caso el PO se hacía el desapercibido. Solamente había a la vista una herramienta colonizadora que despertaba sospecha: un megáfono. El que tenía el megáfono era el dueño de la Asamblea.

Resulta que los democráticos elementos del PO disfrazados de vecinos comunes, estaban sometiendo a votación una cosa por el sí o por el no, que resultaba por el no, y ellos querían que fuera por el sí. Por dos veces, los que tenían el micrófono dijeron que volverían a someterlo a la votación, dado que la propuesta "no se había entendido" e iban a proponerla de vuelta. Ahí se "sacó" mi marido y empezó a proferir sus críticas en tono alto, desde su apercibible metro noventa, con frases de denso contenido y expresión clara.

Hete aquí que un referente de esa agrupación, que al abrir el acto había sido presentado como un "luchador histórico", se me pone a la par con una gran sonrisa tipo Gardel. Era alguien de la edad de Altamira, muy parecido. Roberto se había acercado ya al portador del megáfono con el que discutía a los gritos. Yo me había quedado a varios metros de la escena. El tipo me empieza a sacar charla preguntando de dónde éramos y cómo habíamos llegado hasta allá. Le dije que éramos vecinos. Al instante y con la misma sonrisa gardeliana empezó a decir que nos pagaban los servicios. Que cuánto nos pagaban. Empecé a sentirlo como una amenaza, y a tenerle un poco de miedo. El tipo estaba planteando los términos de ser nosotros agentes "de los servicios" y no dejaba hablar ni me quería escuchar. Sólo mantenía esa gran sonrisa mientras la voz aguardentosa taponaba la mía. Fui a buscar a Roberto y me lo llevé a casa medio empujándolo para que abandonara esa lucha estéril.
Sigue...